En éste capítulo aparece uno de los malvados de la historia. Jeje.
No os lo perdáis. Leed, disfrutad y comentad.
4. EL
SALVADOR
Suzu abrió los
ojos. Rápidamente se levantó de la cama y abrió la puerta. Claes mostraba una
expresión de incertidumbre.
-
¿Qué
ocurre? Aún es temprano. – Suzu se frotó uno de los ojos, pues aún estaba medio
dormida.
-
¡Havenidounague…guerrera,
departedelareinaAnashtar! ¡Yquiere hablarco…contigo, sobretupadre! – Claes
hablaba muy deprisa debido al nerviosismo, y estuvo a punto de trabarse varias
veces.
-
Primero
tranquilízate, chica. Coge aire, y expúlsalo. – Suzu le puso la mano en los
hombros para calmar a la princesa.
-
Gracias.
Vístete y vamos a la sala del trono a hablar con esa guerrera.
-
¿No
deberíamos esperar a Mindy?
-
Pues,
deberíamos, sí, pero el tiempo apremia. Por un día que nos vistamos solas no
creo que pase nada. – Claes iba vestida con su indumentaria de entrenamiento, su
camisa blanca, sus pantalones negros y sus botas.
-
Supongo
que no pasará nada. – Suzu levantó los hombros, cerró la puerta y se vistió
también con la ropa de entrenamiento, su camisa verde oscuro, sus pantalones
negros y sus botas.
La muchacha salió
de la habitación y ambas emprendieron su marcha hacia la sala del trono. Por el
camino se cruzaron con Mindy que subía a despertarlas. Abrió los ojos y se
sorprendió al ver a las niñas ya vestidas. Claes le dijo que tenían un poco de
prisa, que se lo explicarían más adelante. La doncella no insistió. Simplemente
se despidió de las muchachas con una educada reverencia y se dispuso a limpiar
las habitaciones. No tardaron mucho en llegar a las grandes puertas que daban
acceso a la sala del trono. Las abrieron y entraron. En la sala se hallaban sus
majestades los reyes, ambos ataviados con la armadura fairiana; Cedric, que
lucía su túnica habitual; y los soldados que custodiaban la puerta de los
aposentos privados de los monarcas. Al pie de los escalones había otra figura.
Una mujer, con el pelo largo y blanco, que vestía con una túnica de color rojo
adornada con varios símbolos rúnicos alrededor, y un sombrero picudo también de
color rojo. Se dio la vuelta para observar a las muchachas. Era muy hermosa.
Sus ojos eran amarillos, relucientes. Sólo tenía medio brazo derecho. Llevaba
el codo vendado. En la mano izquierda portaba un bastón, con una esfera azul
engarzada en su punta redondeada. Claes y Suzu llegaron al pie de los escalones
e hicieron una cortés reverencia hacia los monarcas, hacia Cedric y hacia
aquella desconocida maga, que tendría unos 25 años. La maga inclinó la cabeza,
asintiendo el gesto.
-
Ahora
que ya estamos todos presentes, por favor, contadnos vuestra historia. – dijo
Cedric.
-
Majestades
Christopher y Farmel de Faír, Consejero Cedric, princesa Claes, lady Suzu hija
de lord Fáran, mi nombre es Triela y vengo a relatar lo sucedido en el Paso
Brumoso.
-
¿Mi
padre se encuentra bien? Por favor, necesito saberlo. – Suzu se acercó a
Triela, con una mirada de infinita preocupación y amor por su padre.
-
Tranquila
lady Suzu, vuestro padre está vivo. Tranquilizaos por favor. Permitidme que
cuente toda la historia. – Suzu se calmó un poco y volvió al lado de Claes.
-
Perdonadme,
he perdido la compostura. No volverá a suceder. – Claes le puso una mano en el
hombro dándole a entender que la apoyaba y la muchacha le agradeció el gesto.
-
Lord
Fáran, yo misma y tres guerreros más fuimos al Paso Brumoso para detener los
planes de Anguld el Desterrado. La reina Anashtar había recibido noticias
inquietantes y quería poner fin de una vez por todas. Ascendimos una gran
montaña, y en la cima, una gran cima circular, tuvo lugar la batalla. – A
Triela le costaba relatar aquello. Había vivido momentos muy duros y se estaba
empezando a poner triste y melancólica.
-
Podéis
deteneros si queréis. Calmaos un poco y luego continuad. – dijo Christopher con
su bondad característica.
-
Gracias,
majestad. Pero no me puedo permitir ese lujo. Lo que voy a contar es algo que
debe saberse, por el bien del continente.
-
Adelante,
entonces.
-
Anguld
estaba solo y nosotros éramos cinco. Nos abalanzamos sobre él confiando en
nuestra superioridad numérica y nuestra experiencia de combate. Anguld lanzó un
poderoso hechizo y tres de nuestros guerreros estallaron y se desintegraron.
Desconozco el hechizo que usó, pero en un instante pasamos de ser cinco contra
uno a ser dos contra uno. Lord Fáran y yo logramos esquivar el fatal golpe,
pero nuestros tres amigos no tuvieron tanta suerte. – Triela apretó el puño con
fuerza. Pero conservó la calma y continuó con la historia.
-
A
corta distancia Anguld era bastante mediocre, así que lord Fáran consiguió
asestarle un profundo corte en el vientre mientras yo dificultaba sus acciones
con mi magia. Llevábamos ventaja. Lord Fáran consiguió arrinconarle. Le lancé
un conjuro paralizador para que lord Fáran pudiera terminar con el golpe final.
Anguld estaba fingiendo. Pese a estar gravemente herido, anuló mi conjuro, le
propinó un tajo a lord Fáran, tan grave que tuvo que arrodillarse en el suelo,
y a mí me cortó el brazo. Parecía que habíamos llegado a nuestro fin. Anguld
iba a lanzar su golpe definitivo contra mí. Entonces ocurrió. Algo que escapa a
la lógica y a la comprensión, pero ocurrió. – Triela observó a las muchachas.
Ambas estaban prestando atención, muy concentradas. Los monarcas y Cedric
tenían el ceño fruncido.
-
El
cielo se ennegreció, y se oyeron fuertes relinchos que iban ascendiendo la
montaña. Una criatura impresionante llegó arriba. Un unicornio. Bello, místico,
y letal.
-
¿Un
unicornio? – Claes puso cara de asombro y parecía que empezaba a caerle la
baba. No pudo evitar que un escalofrío le recorriera la espalda. Cogió a Triela
del brazo izquierdo y empezó a zarandearla, para que contara más. Estaba
impaciente.
-
Claes,
hija, suelta a esa mujer inmediatamente. – dijo Farmel.
-
Perdonad,
lo siento. Es que tengo una gran curiosidad por los unicornios. – Claes volvió
a su sitio.
-
No me
extraña, jovencita. Es una visión que nunca podré borrar de la cabeza. Esa crin
y cola plateadas, esos ojos rojos intensos, esa piel blanquiazul tan hermosa,
esos movimientos distinguidos. Os puedo asegurar, princesa, es algo
maravilloso. El unicornio se plantó delante de Anguld, y con un golpe de su
bonito cuerno partió al enemigo por la mitad. Pero ahí no acaba todo. El
animal, en un gesto de infinita bondad, rozó con su cuerno la zona que Anguld
había cortado. Un resplandor verdoso se introdujo en la herida, cerrándola y
evitando que perdiera más sangre. Se dirigió a donde estaba lord Fáran, que
había perdido el conocimiento debido a la pérdida de sangre, rozó su herida con
el cuerno y lo curó. Se puso cerca de mi posición y me miró a los ojos.
-
¿Y
qué pasó? ¿Qué pasóooooo?
-
¡Claes!
¡Compórtate! ¡Nos estás avergonzando! – el rey se levantó y miró de forma muy
enfadada a su hija.
-
Majestad,
os lo ruego. No se lo tengáis en cuenta. Yo tampoco podía creer lo que estaba
viviendo.
-
Has
tenido suerte esta vez, pero conserva la dignidad y la compostura, hija. Estás
en la sala del trono. Algún día, tú te sentarás aquí, tienes que comportarte. –
finalmente el rey se sentó de nuevo, y Claes agachó la cabeza, abochornada.
-
Aquella
maravillosa criatura me habló, de un modo telepático, directamente a mi mente,
y con una voz dulce y cariñosa, aunque un poco distorsionada, me dijo que tenía
que llevarse a lord Fáran a las Islas Abismales. No me quiso decir el por qué
ni para qué ni nada. Sólo me dijo que lord Fáran será necesario dentro de unos
años. Cogió con el cuerno a lord Fáran, se lo subió al lomo de una forma
divina, y tan rápido como había llegado, se esfumó. Nos había dado la victoria
ante un enemigo que iba a ganar. Los unicornios raramente ayudan a los humanos.
Seguramente consideraron a Anguld peligroso para ellos también. Lamentablemente
no hay más. Ahora vuestro padre se halla en el reino de los unicornios. Para
bien. Y me prometió la criatura que volvería, que sería necesario.
-
Los
unicornios no mienten, Suzu. Volverás a ver a tu padre. Continuaremos
entrenando juntas y cuando vuelva tu padre se quedará con la boca abierta al
ver a su hija tan fuerte. – Claes volvió a mostrar su característica sonrisa.
-
Sí.
No voy a mentir, lo voy a echar de menos, más que ahora. Pero por lo menos sé
que se encuentra bien. (Por alguna extraña razón, me duele el pecho. ¿Qué me
pasa?) pensó esto último para sí misma mientras se puso una mano en el pecho.
-
Lady
Suzu. Vuestro padre volverá, os lo garantizo. – dijo Triela.
Suzu asintió con
la cabeza, y esbozó una sonrisa. Pero algo dentro de ella le decía que pasaba
algo raro. Que su padre no iba a estar bien. ¿Intuición? No lo sabía. Pero no
podía hacer nada más que confiar en las palabras de Triela y esperar
pacientemente al regreso de su padre.
-
Claes,
Suzu, podéis retiraros y continuar vuestras tareas. – dijo Farmel esbozando una
dulce sonrisa.
Ambas asintieron
con la cabeza, mostraron de nuevo una reverencia respetuosa hacia los presentes
en la sala y se marcharon a comer un poco y a entrenar.
-
Hay
algo más, ¿verdad? – dijo la reina mirando muy seriamente a Triela. La maga
cerró los ojos y frunció el ceño. Los abrió de nuevo.
-
Sí.
La reina Anashtar tiene un mal presentimiento. Los unicornios apenas salen de
su hábitat. Y éste vino, mató a Anguld y se llevó a lord Fáran. El asunto pinta
mal. Y aunque se organizara una expedición a las Islas Abismales, no se
resolvería nada. Los unicornios mantienen su hábitat en secreto. Sólo se dejan
ver cuándo ellos quieren. Pero no podía decirle eso a lady Suzu. Está muy
preocupada por su padre.
-
Comprendemos.
Estaremos alerta, por si hay alguna noticia. ¿Os quedaréis con nosotros el día
de hoy? – comentó Christopher.
-
Gracias
por vuestra generosa oferta, majestad, pero debo rechazarla. He de partir
inmediatamente rumbo al reino de Wilbell. Perdón, se me olvidaba. La reina
Anashtar ha triplicado la vigilancia en las cercanías del Paso Brumoso. Quiere
evitar sorpresas.
Triela hizo una
reverencia de despedida a los monarcas y a Cedric y salió de la sala. Ambos
monarcas se miraron. Christopher se rascó la barba y Farmel soltó un largo
suspiro. Ninguno estaba conforme al relato que la guerrera había contado.
Tenían la extraña sensación que Anguld no había sido derrotado.
En la cima en la
que tuvo lugar la cruenta batalla, dos figuras se hallaban en la zona central.
Una de ellas vestía con una mitra de color oscuro, y una dalmática, también
oscura. Llevaba una caperuza con esclavina de color negro, tapando casi su
rostro. La otra figura era un unicornio, el mismo que había salvado a Triela
días atrás.
-
Ha
sido demasiado fácil. Cinco guerreros, entre ellos una maga bastante poderosa y
no se dieron cuenta que en realidad no me golpeaste. La espada que usé para
herirles llevaba imbuida una poción ilusoria. Hasta yo mismo me he sorprendido.
-
Vuestro
plan no podía fallar, maestro Anguld. Y ahora tenemos a lord Fáran para poder
seguir con vuestro plan.
-
Tranquilo,
amigo. Necesitamos por lo menos cinco años más para poder iniciar la segunda
fase del plan.
-
¿Por
qué tanto tiempo, maestro?
-
Tengo
varios asuntos que tratar, varios viajes que realizar y muchos libros que leer
para asegurarme que todo sale a la perfección. No quiero arriesgarme ahora que
he conseguido parte de la información que andaba buscando. Y lo mismo se
refiere a ti. No hagas nada que levante sospechas. ¿Entendido?
-
A
vuestras órdenes, maestro. – El unicornio dobló las patas delanteras en ademán
reverencioso.
-
Disfrutad
de vuestra victoria, reinos de Sulia. En cinco años, os enseñaré quién es
realmente Anguld Merma. Lamentaréis haberme tratado como un montón de escoria.
Todo formaba
parte de un gran plan que empezaría en cinco años.
Claes y Suzu,
aprovechando que ya iban vestidas para entrenar, se acercaron a la explanada.
Roger ya estaba allí, con su peculiar mirada indiferente. Estaba preparando
nuevos muñecos para la lección. Mediante unos soportes les había añadido varios
brazos a los muñecos. Ahora cada uno tenía 6. Y todos con espadas de madera o
lanzas, y se podían girar y atacar. Roger quería aumentar la defensa y los
reflejos de las niñas. Se giró al escuchar los pasos que se acercaban. Ambas
mostraron una cálida sonrisa, pero el semblante de Roger seguía siendo el
mismo. Indiferencia total.
-
El
combate de ayer estuvo muy bien. Pero aún hay que mejorar más. Mucho más. Vamos
a empezar el entrenamiento completo. Debéis mejorar vuestra agilidad, vuestros
reflejos y estar preparadas para afrontar situaciones adversas. En un combate
puede pasar cualquier cosa. Así pues, empezaremos dando 25 vueltas a la
explanada. ¡En marcha!
Ambas asintieron
y empezaron a correr alrededor de la explanada. Tras finalizar las vueltas
hicieron varias series de flexiones, de brazos, piernas y cuello. Tras lo cual
cogieron sus armas de madera y empezaron con los golpes a los muñecos. Hicieron
200 golpes altos, 200 bajos y 200 medios cada una. Pero estos muñecos tenían 6
brazos, y debían atacar con cuidado, defenderse y esquivar. Suzu recibió
algunos impactos pero le fue bastante bien. Claes cayó varias veces al suelo,
pero no se rindió. Se levantó y reanudó los ejercicios con determinación y sin
quejarse. Roger les iba corrigiendo. Los últimos 100 golpes de cada serie los
consiguieron hacer ambas sin recibir daño alguno. Tras acabar con los
ejercicios de los muñecos, Roger les quitó las armas e hicieron movimientos
básicos de combate cuerpo a cuerpo sin armas. Puñetazos, patadas, saltos con
patada. Hicieron 100 movimientos de cada serie, solas. Después Roger les hizo
cruzar los ejercicios. Es decir, Claes golpeaba a Suzu y Suzu a Claes. Eso les
haría ganar resistencia física. Otros 100 movimientos de cada golpe cruzado.
Con armas y sin armas. Para la resistencia mágica necesitó la ayuda de Cedric,
que estaba encantado de poder ayudar. Cedric lanzaba pequeñas esferas de
energía y las muchachas debían esquivarlas. Pero las esferas no iban siempre en
línea recta. Cedric era un mago poderoso y hacía que se movieran en varias
direcciones para que las niñas pudieran mejorar más. Los primeros intentos
acabaron con las jóvenes recibiendo los impactos de las esferas y en el suelo.
Se levantaban y volvían a empezar. El entrenamiento completo había finalizado,
y ambas muchachas estuvieron a punto de perder el conocimiento. Incluso Suzu
estaba cansada y respirando entrecortadamente. Cedric no salía de su asombro.
Muchos guerreros habrían desistido sin terminar. Eran muchas series, muchos
ejercicios, muchas combinaciones, muchos golpes. Y sólo tenían 10 años. Pero
allí estaban ellas, hechas polvo, pero lo hicieron todo.
-
Princesa
Claes, lady Suzu. Venid, por favor.
Cedric las llamó
y ambas se pusieron a su lado. El mago les acarició el pelo. Cogió su bastón
con ambas manos y lo apuntó en dirección a las muchachas. Un pequeño resplandor
verdoso salió del bastón, y penetró directamente en los cuerpos de ambas. Una cálida
y dulce sensación les recorrió el cuerpo. Ambas cerraron los ojos y esbozaron
una sonrisa. Disfrutaron del momento. La energía que las recorría las curó por
completo. Todo el cansancio desapareció. Ya no respiraban con dificultad.
Volvían a estar en perfecto estado. Claes ya había disfrutado en otras
ocasiones de la magia curativa de Cedric, pero era la primera vez para Suzu,
así que la disfrutó un poco más. Ambas abrieron de nuevo los ojos. Oyeron unas
palmadas cerca y se giraron. Y lo que vieron las dejó atónitas. Era Roger el
que estaba aplaudiendo, y por primera vez mostraba en su semblante una media
sonrisa.
-
Habéis
logrado terminar. Os felicito. Pocos logran acabar el primer día. En unos 10
días aumentaremos las series y añadiremos más ejercicios. No os durmáis en los
laureles. Ahora, marchad.
Ambas asintieron
con la cabeza. Agradecieron a Roger y a Cedric la lección y la posterior cura y
marcharon a la biblioteca, a leer con Vok.
-
Tenéis
ganada vuestra merecida reputación, instructor Roger.
-
Creedme.
Es la primera vez que alguien logra finalizar el primer día del entrenamiento
completo. Esas muchachas van a ser grandes guerreras. Y nunca hago estos
comentarios a la ligera.
-
Por
supuesto. Y me alegro que finalmente hayáis decidido mostrar una sonrisa.
-
No le
veo la gracia a sonreír cuando no se está contento. Hoy sí estaba contento al
ver a mis discípulas entrenar y realizar mis ejercicios.
Roger y Cedric se
fueron cada cual a continuar sus tareas.
Anguld y el
unicornio seguían en la cima de la montaña, aunque se disponían a bajarla y
volver a su guarida.
-
Maestro,
¿qué hay de la maga que ha logrado sobrevivir?
-
¿Por
qué crees que la he dejado con vida? Me concentré en eliminar a los otros tres
para poder capturar a ese Fáran, y respecto a la maga, también tengo planes
para ella.
-
¿Qué
clase de planes?
-
Deja
de hacer preguntas de una vez y mueve el trasero. Todo se sabrá a su debido
tiempo. Ahora debes llevarte a Fáran contigo a las Islas Abismales. Ni tú ni él
debéis salir de ellas hasta que me ponga en contacto contigo. Fáran es
sumamente importante. Y la maga esconde sentimientos hacia él. Ésa será su
perdición y mi triunfo llegado el momento.
-
Cómo
ordenéis, maestro Anguld.
Ambos empezaron a
bajar la montaña.
Claes estaba
profundamente dormida, había decidido irse a la cama después de comer para
descansar un poco. Unos golpes en la puerta le hicieron abrir los ojos y dejar
de soñar. La princesa preguntó quién era, pero no hubo respuesta alguna.
Insistió, pero nadie dijo nada. Se levantó, extrañada y abrió la puerta. Para
su sorpresa no había nadie al otro lado de la puerta. Se asomó al pasillo pero
tampoco había nadie, ni se oían pisadas ni nada. Claes pensó que sería su
imaginación. Levantó los hombros, cerró la puerta y se dispuso a dormir de
nuevo un rato. Tras girarse, observó que había un pequeño sobre en el suelo.
Pero no había nadie allí. ¿Cómo había aparecido ese sobre? ¿Quién lo había
traído y por qué no podía verle? Sabía que no podía ser, pero abrió el armario.
Era imposible que hubiera alguien, a no ser que entrara por la ventana, pero al
abrir el armario se hace un poco de ruido así que la princesa se habría dado
cuenta. No, por la ventana no había entrado nadie. El armario presentaba el
aspecto de siempre, no había nada sospechoso. Claes cogió el sobre con
desconfianza, despacio. Se sentó en la cama y lo abrió. Dentro había un papel
doblado. Sacó el papel y lo desdobló. Pudo leer “MUERTE A LA PRINCESA” escrito con
sangre. Claes gritó y tiró el papel y el sobre al suelo. Ambos papeles empezaron
a arder y se convirtieron en cenizas al instante. La niña tragó saliva, abrió
la puerta de la habitación y salió corriendo. Recorrió los pasillos a una
velocidad sorprendente. Pero se fijó que no había nadie en los pasillos. Se
detuvo un momento, miró atrás y contempló que nadie la seguía. No oía pasos, no
había nadie allí. Ni las doncellas, ni los mayordomos, nadie. Se dirigió a la
habitación de Suzu. No pudo abrirla. Lo intentó con todas sus fuerzas pero el
pomo no cedía. Se dio la vuelta para ir a otro sitio, y de repente escuchó la
puerta de la habitación de Suzu abrirse. Se giró, se pegó a la pared y se
asomó. No había nadie. Suzu no estaba. ¿Quién le había abierto la puerta? Claes
empezó a sentir mucho miedo. Oyó unos pasos que se acercaban. Claes tragó
saliva. No tenía escapatoria. ¿O sí? Podía saltar por la ventana. Se haría
daño, pero conseguiría escapar de su perseguidor. Se dispuso a saltar por la
ventana, pero oyó una voz a su espalda que se lo impidió.
-
¡Claes,
hija! ¿Qué haces ahí? – dijo Christopher con los ojos abiertos cómo platos,
sorprendido.
-
¡Padre!
Menos mal que has venido. Estaba tan asustada…. – Claes se abalanzó sobre su
padre y lo abrazó con dulzura. No pudo evitar derramar unas pocas lágrimas.
-
¿Qué
ha pasado? Te hemos estado buscando.
-
No lo
sé. Alguien me metió una carta escrita con sangre que se quemó al tocar el
suelo. Me asusté y salí corriendo y llegué aquí pero no había nadie. Estaba
sola. – dijo entre sollozos.
-
Tranquila,
mi niña. Ya pasó todo. Aquí estoy.
-
Gracias,
padre.
Claes dejó de
llorar y se separó de su padre. Lo miró a los ojos y observó que los tenía
rojos. Christopher se volatilizó convertido en humo.
La princesa abrió
los ojos, respirando aceleradamente y con el cuerpo empapado en sudor. Se
hallaba de nuevo en su cama. Emitió un largo y profundo suspiro. Había sido una
pesadilla. Pero no podía pensar en otra cosa. El papel decía “Muerte a la Princesa” y su propio
padre se había desintegrado. ¿Por qué había soñado eso? ¿Qué se hallaba detrás
de esa pesadilla? Claes estaba concentrada, sumida en sus pensamientos cuando
dos golpes a la puerta le hicieron volver a la realidad.
-
¡Claes!
¿Puedo entrar? – era la voz de Mindy.
-
¡Claro!
¡Adelante!
Mindy abrió la
puerta y entró. Tenía dibujada una sonrisa, como ya era habitual en ella.
Observó a la princesa y su expresión cambió a una de preocupación.
-
¿Qué
te ha pasado, Claes? ¡Estás chorreando!
La doncella se
acercó a la princesa y se sentó a su lado, para escuchar a la muchacha. La
joven le contó el extraño sueño que acababa de tener. La carta que apareció de
la nada, que se quemó, el palacio vacío, la puerta que se abría sola, y el rey desapareciendo.
Mindy acarició el pelo de la princesa y la abrazó con ternura.
-
Comprendo
que estés preocupada, princesa. Pero no ha sido nada más que un sueño. No va a
pasar nada. Tu padre se encuentra bien. Ambas lo sabemos. No le des más
importancia de la que tiene, no vale la pena.
-
Pero,
Mindy. Nunca he soñado algo así tan cruel. Tengo miedo.
-
No
debes tenerlo. Mira, puede que hayas malinterpretado ese sueño. Quizá el sueño
sea un reflejo de tu propio miedo a convertirte en alguien como él. Sabes que
tu padre es un gran guerrero, y crees que nunca estarás a su altura, que no
lograrás ser una gran guerrera. Y ese miedo tuyo al fracaso es lo que ha hecho
posible el sueño.
-
Vaya,
no me había planteado el verlo de ese modo. Algo de sentido tiene. Supongo que
temo decepcionarle y no estar a la altura de lo que se espera de mí.
-
Deshaz
ese pensamiento, Claes. Yo estoy segura que lo conseguirás. Eres adorable.
Sigue así. – Mindy le besó la frente con infinita ternura.
-
Gracias
Mindy. Supongo que ya es hora de la lección de la tarde.
-
Quédate
aquí, que voy a buscar a Suzu y vais juntas.
-
Cómo
quieras.
Mindy salió de la
habitación y fue en busca de Suzu. Era su trabajo y ella estaba encantada.
Siempre con una sonrisa, dispuesta a escuchar y a aconsejar a las dos
chiquillas que tanto quería. Tenía que estar siempre pendiente de las
necesidades de cada una pero lo llevaba perfectamente. No había otra persona mejor
que ella para ese trabajo. Y ser la doncella de la princesa le daba derecho muy
de vez en cuando a poder asistir a eventos que de otra forma le sería
imposible. Había sufrido las envidias de otras doncellas, sí, pero no le daba
importancia. Ella se concentraba en hacer su trabajo, sin importarle las envidias
y los celos de los demás. Claes esperó y finalmente oyó unos golpes en la
puerta, pero no era Suzu. La puerta se abrió sin darle tiempo a Claes a
preguntar quién era. Era el rey Christopher. Claes estaba sentada en la cama.
El monarca se sentó a su lado.
-
Perdona
que interrumpa. Mindy me ha contado el sueño que has tenido. Me he cruzado con
ella en el pasillo.
-
Mindy
cree que lo he tenido por miedo a no estar a la altura de lo que se espera de
mí. Soy la hija de dos héroes y la princesa del reino. Puede que tenga miedo a
fallar.
-
Es
una buena explicación. Pero a mí se me ocurre otra: Sabes que esta mañana te
has portado muy mal. Estás arrepentida, pero sabes que no te puedes librar del
castigo.
-
Puede.
Padre, lo siento de verdad. Pero ya sabes que estoy muy intrigada con los
unicornios.
-
Te
comprendo. Sé que eres muy curiosa y, en su justa medida, no es algo malo. Pero
debes entender que algún día serás la reina, y no puedes comportarte como
quieras. Hay unas reglas que debes usar. Si no puedes provocar una revuelta o
algo peor. Sé que es una gran responsabilidad, pero tranquila. Te iremos
llevando por el sendero correcto.
-
Bueno.
¿Cuál es mi castigo? – Claes ya se había resignado. Sabía que no iba a librarse
del castigo, aunque era verdad que estaba muy arrepentida. Nunca había visto a
su padre así de furioso en la sala del trono, así que se merecía el castigo.
-
Te
quedarás en la habitación hasta mañana. Suzu entrenará sola y visitará a Vok
sola. Mindy te subirá la cena cuando sea hora, pero tienes prohibido salir.
-
Entendido.
Y, una vez más, lo siento. Y gracias por venir.
-
De
nada, hija. Hasta mañana. – el rey le dio un beso cálido en la frente y salió
de la habitación.
Mindy avisó a
Suzu del castigo de la princesa y la muchacha entrenó sola y fue a la
biblioteca sola. Claes estuvo sin salir hasta el día siguiente. Era muy
responsable. Cuando la castigaban, cumplía los castigos sin poner objeciones,
si de verdad creía que los merecía.
Pasaron 10 días.
Era el aniversario de la princesa. Cumplía 11 años. Por la mañana todos estaban
un poco más nerviosos que de costumbre debido a los preparativos. La mañana
transcurrió sin novedades. Claes y Suzu no se saltaron ni el entrenamiento con
Roger ni la lección de biblioteca de Vok. Por la tarde sería la gran fiesta.
Ambas se prepararon a conciencia.
Claes lucía un
bonito vestido blanco con un montón de adornos, y zapatos blancos brillantes.
Suzu iba vestida con un elegante traje azul oscuro, también con varios adornos,
y zapatos negros. Suzu siempre anteponía los colores más oscuros. A ella le
gustaban más. Ambas estaban en las grandes puertas que daban acceso a la sala
del trono, que durante ese día sería la sala de la celebración. Habían quedado
en entrar juntas. Abrieron las puertas y entraron. Se quedaron boquiabiertas.
Los invitados lucían vestidos lujosos, de varios colores y con diferentes
adornos. Cedric llevaba su túnica habitual, no se la cambiaba. La reina Farmel
lucía un caro y lujoso vestido de seda, con bordados de oro y varias gemas
engarzadas. El rey Christopher vestía una hopalanda dorada, y unas mallas
plateadas. Mindy llevaba un brial azul celeste. Los nobles que habían sido
invitados lucían prendas variadas, pero elegantes. Vestidos de seda, bliauds,
sayas, pantalones de aria, todos se pusieron su mejor indumentaria. Y no era
para menos. Se celebraba un aniversario muy importante. El onceavo de la
princesa Claes.
Ambas fueron el
centro de atención nada más entrar en la sala. Fueron recibidas por un gran
aplauso de los presentes. Ambas se sonrojaron un poco. Pero estaban de
celebración. Un par de bufones pusieron la nota graciosa. Hicieron reír a las
muchachas y a los adultos con sus tonterías y sus espectáculos malabares. Roger
también se había presentado. Y llevaba puesta su armadura. No le gustaba
ponerse trajes, él siempre iba a todas partes con su armadura. Y aquella no iba
a ser una excepción. Provocó las risotadas de algunos nobles, pero Roger no le
daba la más mínima importancia. Y siempre con su semblante de indiferencia. Llegó
el momento de la danza. Unos artistas ambulantes habían sido contratados para
dar el toque musical. Iban vestidos con ropas de pieles, un poco primitivas.
Tambores, flautas, ocarinas. Los artistas invitados tocaron varios instrumentos
pero de forma que se lograra un buen ambiente musical. Había hombres y mujeres,
e incluso varios niños y niñas, que tocaban con entusiasmo aquellos
instrumentos. Los reyes decidieron deleitar a los presentes con un baile. Ambos
bailaban de maravilla y los asistentes disfrutaron del baile. A Mindy le
apetecía bailar, pero no sabía a quién elegir. Roger se le acercó y le propuso
cortésmente bailar con él. Mindy dudó. Pero accedió. El instructor no lo hacía
nada mal y Mindy disfrutó del baile. Claes y Suzu los miraron con entusiasmo y
ambos se sonrojaron. Dos niños que estaban tocando una armónica animaron a las
muchachas a subir con ellos y bailar un poco al son de la música. Ambas
accedieron. Subieron al improvisado escenario y bailaron con los niños mientras
éstos seguían tocando la armónica, saltando y dando vueltas alrededor de las
niñas. Para finalizar el espectáculo, una de las mujeres artistas, también
vestida con pieles como el resto de su grupo, tocó una dulce melodía con una
pequeña arpa que llevaba en las manos. La melodía del arpa fue llenando a todos
con alegría. Claes y Suzu miraron con admiración aquella mujer mientras movía
sus manos de manera casi divina para que las cuerdas de ese bello instrumento
emitieran unas notas tan pacíficas y relajantes. Todos los presentes se
deleitaron y aplaudieron al unísono a la mujer cuando terminó su peculiar
actuación. Pero no sólo a ella, sino a todo el grupo de artistas. Ellos habían
dado un toque mágico y cautivador con su música, y los invitados lo
agradecieron.
Había sido un día
especial, mágico y emotivo.
Claes había
recibido muchos regalos, había bailado con los niños, lo había pasado en
grande. Había sido sin lugar a dudas la mejor celebración que había tenido
hasta el momento, gracias sobre todo al grupo de artistas ambulante.
No hay que
olvidar que las cosas buenas no duran siempre…….
Y cuatro sombras
siniestras, iban aproximándose a palacio, no con buenas intenciones. Una de
ellas destacaba sobre las otras tres. Pero eso ya se verá en el capítulo
siguiente.