miércoles, 14 de enero de 2015

SORPRESAAAA!!!! EL CUARTOOOOOOO

Hola de nuevoooooooooooo. Debido a que se acerca mi aniversario, os concedo el privilegio de leer el cuarto capítulo. Y, ésta vez sí, será el último que se publicará de forma gratuita.
En éste capítulo aparece uno de los malvados de la historia. Jeje.
No os lo perdáis. Leed, disfrutad y comentad.

 
                                       4. EL SALVADOR
Suzu abrió los ojos. Rápidamente se levantó de la cama y abrió la puerta. Claes mostraba una expresión de incertidumbre.
-          ¿Qué ocurre? Aún es temprano. – Suzu se frotó uno de los ojos, pues aún estaba medio dormida.
-          ¡Havenidounague…guerrera, departedelareinaAnashtar! ¡Yquiere hablarco…contigo, sobretupadre! – Claes hablaba muy deprisa debido al nerviosismo, y estuvo a punto de trabarse varias veces.
-          Primero tranquilízate, chica. Coge aire, y expúlsalo. – Suzu le puso la mano en los hombros para calmar a la princesa.
-          Gracias. Vístete y vamos a la sala del trono a hablar con esa guerrera.
-          ¿No deberíamos esperar a Mindy?
-          Pues, deberíamos, sí, pero el tiempo apremia. Por un día que nos vistamos solas no creo que pase nada. – Claes iba vestida con su indumentaria de entrenamiento, su camisa blanca, sus pantalones negros y sus botas.
-          Supongo que no pasará nada. – Suzu levantó los hombros, cerró la puerta y se vistió también con la ropa de entrenamiento, su camisa verde oscuro, sus pantalones negros y sus botas.
La muchacha salió de la habitación y ambas emprendieron su marcha hacia la sala del trono. Por el camino se cruzaron con Mindy que subía a despertarlas. Abrió los ojos y se sorprendió al ver a las niñas ya vestidas. Claes le dijo que tenían un poco de prisa, que se lo explicarían más adelante. La doncella no insistió. Simplemente se despidió de las muchachas con una educada reverencia y se dispuso a limpiar las habitaciones. No tardaron mucho en llegar a las grandes puertas que daban acceso a la sala del trono. Las abrieron y entraron. En la sala se hallaban sus majestades los reyes, ambos ataviados con la armadura fairiana; Cedric, que lucía su túnica habitual; y los soldados que custodiaban la puerta de los aposentos privados de los monarcas. Al pie de los escalones había otra figura. Una mujer, con el pelo largo y blanco, que vestía con una túnica de color rojo adornada con varios símbolos rúnicos alrededor, y un sombrero picudo también de color rojo. Se dio la vuelta para observar a las muchachas. Era muy hermosa. Sus ojos eran amarillos, relucientes. Sólo tenía medio brazo derecho. Llevaba el codo vendado. En la mano izquierda portaba un bastón, con una esfera azul engarzada en su punta redondeada. Claes y Suzu llegaron al pie de los escalones e hicieron una cortés reverencia hacia los monarcas, hacia Cedric y hacia aquella desconocida maga, que tendría unos 25 años. La maga inclinó la cabeza, asintiendo el gesto.
-          Ahora que ya estamos todos presentes, por favor, contadnos vuestra historia. – dijo Cedric.
-          Majestades Christopher y Farmel de Faír, Consejero Cedric, princesa Claes, lady Suzu hija de lord Fáran, mi nombre es Triela y vengo a relatar lo sucedido en el Paso Brumoso.
-          ¿Mi padre se encuentra bien? Por favor, necesito saberlo. – Suzu se acercó a Triela, con una mirada de infinita preocupación y amor por su padre.
-          Tranquila lady Suzu, vuestro padre está vivo. Tranquilizaos por favor. Permitidme que cuente toda la historia. – Suzu se calmó un poco y volvió al lado de Claes.
-          Perdonadme, he perdido la compostura. No volverá a suceder. – Claes le puso una mano en el hombro dándole a entender que la apoyaba y la muchacha le agradeció el gesto.
-          Lord Fáran, yo misma y tres guerreros más fuimos al Paso Brumoso para detener los planes de Anguld el Desterrado. La reina Anashtar había recibido noticias inquietantes y quería poner fin de una vez por todas. Ascendimos una gran montaña, y en la cima, una gran cima circular, tuvo lugar la batalla. – A Triela le costaba relatar aquello. Había vivido momentos muy duros y se estaba empezando a poner triste y melancólica.
-          Podéis deteneros si queréis. Calmaos un poco y luego continuad. – dijo Christopher con su bondad característica.
-          Gracias, majestad. Pero no me puedo permitir ese lujo. Lo que voy a contar es algo que debe saberse, por el bien del continente.
-          Adelante, entonces.
-          Anguld estaba solo y nosotros éramos cinco. Nos abalanzamos sobre él confiando en nuestra superioridad numérica y nuestra experiencia de combate. Anguld lanzó un poderoso hechizo y tres de nuestros guerreros estallaron y se desintegraron. Desconozco el hechizo que usó, pero en un instante pasamos de ser cinco contra uno a ser dos contra uno. Lord Fáran y yo logramos esquivar el fatal golpe, pero nuestros tres amigos no tuvieron tanta suerte. – Triela apretó el puño con fuerza. Pero conservó la calma y continuó con la historia.
-          A corta distancia Anguld era bastante mediocre, así que lord Fáran consiguió asestarle un profundo corte en el vientre mientras yo dificultaba sus acciones con mi magia. Llevábamos ventaja. Lord Fáran consiguió arrinconarle. Le lancé un conjuro paralizador para que lord Fáran pudiera terminar con el golpe final. Anguld estaba fingiendo. Pese a estar gravemente herido, anuló mi conjuro, le propinó un tajo a lord Fáran, tan grave que tuvo que arrodillarse en el suelo, y a mí me cortó el brazo. Parecía que habíamos llegado a nuestro fin. Anguld iba a lanzar su golpe definitivo contra mí. Entonces ocurrió. Algo que escapa a la lógica y a la comprensión, pero ocurrió. – Triela observó a las muchachas. Ambas estaban prestando atención, muy concentradas. Los monarcas y Cedric tenían el ceño fruncido.
-          El cielo se ennegreció, y se oyeron fuertes relinchos que iban ascendiendo la montaña. Una criatura impresionante llegó arriba. Un unicornio. Bello, místico, y letal.
-          ¿Un unicornio? – Claes puso cara de asombro y parecía que empezaba a caerle la baba. No pudo evitar que un escalofrío le recorriera la espalda. Cogió a Triela del brazo izquierdo y empezó a zarandearla, para que contara más. Estaba impaciente.
-          Claes, hija, suelta a esa mujer inmediatamente. – dijo Farmel.
-          Perdonad, lo siento. Es que tengo una gran curiosidad por los unicornios. – Claes volvió a su sitio.
-          No me extraña, jovencita. Es una visión que nunca podré borrar de la cabeza. Esa crin y cola plateadas, esos ojos rojos intensos, esa piel blanquiazul tan hermosa, esos movimientos distinguidos. Os puedo asegurar, princesa, es algo maravilloso. El unicornio se plantó delante de Anguld, y con un golpe de su bonito cuerno partió al enemigo por la mitad. Pero ahí no acaba todo. El animal, en un gesto de infinita bondad, rozó con su cuerno la zona que Anguld había cortado. Un resplandor verdoso se introdujo en la herida, cerrándola y evitando que perdiera más sangre. Se dirigió a donde estaba lord Fáran, que había perdido el conocimiento debido a la pérdida de sangre, rozó su herida con el cuerno y lo curó. Se puso cerca de mi posición y me miró a los ojos.
-          ¿Y qué pasó? ¿Qué pasóooooo?
-          ¡Claes! ¡Compórtate! ¡Nos estás avergonzando! – el rey se levantó y miró de forma muy enfadada a su hija.
-          Majestad, os lo ruego. No se lo tengáis en cuenta. Yo tampoco podía creer lo que estaba viviendo.
-          Has tenido suerte esta vez, pero conserva la dignidad y la compostura, hija. Estás en la sala del trono. Algún día, tú te sentarás aquí, tienes que comportarte. – finalmente el rey se sentó de nuevo, y Claes agachó la cabeza, abochornada.
-          Aquella maravillosa criatura me habló, de un modo telepático, directamente a mi mente, y con una voz dulce y cariñosa, aunque un poco distorsionada, me dijo que tenía que llevarse a lord Fáran a las Islas Abismales. No me quiso decir el por qué ni para qué ni nada. Sólo me dijo que lord Fáran será necesario dentro de unos años. Cogió con el cuerno a lord Fáran, se lo subió al lomo de una forma divina, y tan rápido como había llegado, se esfumó. Nos había dado la victoria ante un enemigo que iba a ganar. Los unicornios raramente ayudan a los humanos. Seguramente consideraron a Anguld peligroso para ellos también. Lamentablemente no hay más. Ahora vuestro padre se halla en el reino de los unicornios. Para bien. Y me prometió la criatura que volvería, que sería necesario.
-          Los unicornios no mienten, Suzu. Volverás a ver a tu padre. Continuaremos entrenando juntas y cuando vuelva tu padre se quedará con la boca abierta al ver a su hija tan fuerte. – Claes volvió a mostrar su característica sonrisa.
-          Sí. No voy a mentir, lo voy a echar de menos, más que ahora. Pero por lo menos sé que se encuentra bien. (Por alguna extraña razón, me duele el pecho. ¿Qué me pasa?) pensó esto último para sí misma mientras se puso una mano en el pecho.
-          Lady Suzu. Vuestro padre volverá, os lo garantizo. – dijo Triela.
Suzu asintió con la cabeza, y esbozó una sonrisa. Pero algo dentro de ella le decía que pasaba algo raro. Que su padre no iba a estar bien. ¿Intuición? No lo sabía. Pero no podía hacer nada más que confiar en las palabras de Triela y esperar pacientemente al regreso de su padre.  
-          Claes, Suzu, podéis retiraros y continuar vuestras tareas. – dijo Farmel esbozando una dulce sonrisa.
Ambas asintieron con la cabeza, mostraron de nuevo una reverencia respetuosa hacia los presentes en la sala y se marcharon a comer un poco y a entrenar.
-          Hay algo más, ¿verdad? – dijo la reina mirando muy seriamente a Triela. La maga cerró los ojos y frunció el ceño. Los abrió de nuevo.
-          Sí. La reina Anashtar tiene un mal presentimiento. Los unicornios apenas salen de su hábitat. Y éste vino, mató a Anguld y se llevó a lord Fáran. El asunto pinta mal. Y aunque se organizara una expedición a las Islas Abismales, no se resolvería nada. Los unicornios mantienen su hábitat en secreto. Sólo se dejan ver cuándo ellos quieren. Pero no podía decirle eso a lady Suzu. Está muy preocupada por su padre.
-          Comprendemos. Estaremos alerta, por si hay alguna noticia. ¿Os quedaréis con nosotros el día de hoy? – comentó Christopher.
-          Gracias por vuestra generosa oferta, majestad, pero debo rechazarla. He de partir inmediatamente rumbo al reino de Wilbell. Perdón, se me olvidaba. La reina Anashtar ha triplicado la vigilancia en las cercanías del Paso Brumoso. Quiere evitar sorpresas.
Triela hizo una reverencia de despedida a los monarcas y a Cedric y salió de la sala. Ambos monarcas se miraron. Christopher se rascó la barba y Farmel soltó un largo suspiro. Ninguno estaba conforme al relato que la guerrera había contado. Tenían la extraña sensación que Anguld no había sido derrotado.
En la cima en la que tuvo lugar la cruenta batalla, dos figuras se hallaban en la zona central. Una de ellas vestía con una mitra de color oscuro, y una dalmática, también oscura. Llevaba una caperuza con esclavina de color negro, tapando casi su rostro. La otra figura era un unicornio, el mismo que había salvado a Triela días atrás.
-          Ha sido demasiado fácil. Cinco guerreros, entre ellos una maga bastante poderosa y no se dieron cuenta que en realidad no me golpeaste. La espada que usé para herirles llevaba imbuida una poción ilusoria. Hasta yo mismo me he sorprendido.  
-          Vuestro plan no podía fallar, maestro Anguld. Y ahora tenemos a lord Fáran para poder seguir con vuestro plan.
-          Tranquilo, amigo. Necesitamos por lo menos cinco años más para poder iniciar la segunda fase del plan.
-          ¿Por qué tanto tiempo, maestro?
-          Tengo varios asuntos que tratar, varios viajes que realizar y muchos libros que leer para asegurarme que todo sale a la perfección. No quiero arriesgarme ahora que he conseguido parte de la información que andaba buscando. Y lo mismo se refiere a ti. No hagas nada que levante sospechas. ¿Entendido?
-          A vuestras órdenes, maestro. – El unicornio dobló las patas delanteras en ademán reverencioso.
-          Disfrutad de vuestra victoria, reinos de Sulia. En cinco años, os enseñaré quién es realmente Anguld Merma. Lamentaréis haberme tratado como un montón de escoria.
Todo formaba parte de un gran plan que empezaría en cinco años.
Claes y Suzu, aprovechando que ya iban vestidas para entrenar, se acercaron a la explanada. Roger ya estaba allí, con su peculiar mirada indiferente. Estaba preparando nuevos muñecos para la lección. Mediante unos soportes les había añadido varios brazos a los muñecos. Ahora cada uno tenía 6. Y todos con espadas de madera o lanzas, y se podían girar y atacar. Roger quería aumentar la defensa y los reflejos de las niñas. Se giró al escuchar los pasos que se acercaban. Ambas mostraron una cálida sonrisa, pero el semblante de Roger seguía siendo el mismo. Indiferencia total.
-          El combate de ayer estuvo muy bien. Pero aún hay que mejorar más. Mucho más. Vamos a empezar el entrenamiento completo. Debéis mejorar vuestra agilidad, vuestros reflejos y estar preparadas para afrontar situaciones adversas. En un combate puede pasar cualquier cosa. Así pues, empezaremos dando 25 vueltas a la explanada. ¡En marcha!
Ambas asintieron y empezaron a correr alrededor de la explanada. Tras finalizar las vueltas hicieron varias series de flexiones, de brazos, piernas y cuello. Tras lo cual cogieron sus armas de madera y empezaron con los golpes a los muñecos. Hicieron 200 golpes altos, 200 bajos y 200 medios cada una. Pero estos muñecos tenían 6 brazos, y debían atacar con cuidado, defenderse y esquivar. Suzu recibió algunos impactos pero le fue bastante bien. Claes cayó varias veces al suelo, pero no se rindió. Se levantó y reanudó los ejercicios con determinación y sin quejarse. Roger les iba corrigiendo. Los últimos 100 golpes de cada serie los consiguieron hacer ambas sin recibir daño alguno. Tras acabar con los ejercicios de los muñecos, Roger les quitó las armas e hicieron movimientos básicos de combate cuerpo a cuerpo sin armas. Puñetazos, patadas, saltos con patada. Hicieron 100 movimientos de cada serie, solas. Después Roger les hizo cruzar los ejercicios. Es decir, Claes golpeaba a Suzu y Suzu a Claes. Eso les haría ganar resistencia física. Otros 100 movimientos de cada golpe cruzado. Con armas y sin armas. Para la resistencia mágica necesitó la ayuda de Cedric, que estaba encantado de poder ayudar. Cedric lanzaba pequeñas esferas de energía y las muchachas debían esquivarlas. Pero las esferas no iban siempre en línea recta. Cedric era un mago poderoso y hacía que se movieran en varias direcciones para que las niñas pudieran mejorar más. Los primeros intentos acabaron con las jóvenes recibiendo los impactos de las esferas y en el suelo. Se levantaban y volvían a empezar. El entrenamiento completo había finalizado, y ambas muchachas estuvieron a punto de perder el conocimiento. Incluso Suzu estaba cansada y respirando entrecortadamente. Cedric no salía de su asombro. Muchos guerreros habrían desistido sin terminar. Eran muchas series, muchos ejercicios, muchas combinaciones, muchos golpes. Y sólo tenían 10 años. Pero allí estaban ellas, hechas polvo, pero lo hicieron todo.
-          Princesa Claes, lady Suzu. Venid, por favor.
Cedric las llamó y ambas se pusieron a su lado. El mago les acarició el pelo. Cogió su bastón con ambas manos y lo apuntó en dirección a las muchachas. Un pequeño resplandor verdoso salió del bastón, y penetró directamente en los cuerpos de ambas. Una cálida y dulce sensación les recorrió el cuerpo. Ambas cerraron los ojos y esbozaron una sonrisa. Disfrutaron del momento. La energía que las recorría las curó por completo. Todo el cansancio desapareció. Ya no respiraban con dificultad. Volvían a estar en perfecto estado. Claes ya había disfrutado en otras ocasiones de la magia curativa de Cedric, pero era la primera vez para Suzu, así que la disfrutó un poco más. Ambas abrieron de nuevo los ojos. Oyeron unas palmadas cerca y se giraron. Y lo que vieron las dejó atónitas. Era Roger el que estaba aplaudiendo, y por primera vez mostraba en su semblante una media sonrisa.
-          Habéis logrado terminar. Os felicito. Pocos logran acabar el primer día. En unos 10 días aumentaremos las series y añadiremos más ejercicios. No os durmáis en los laureles. Ahora, marchad.
Ambas asintieron con la cabeza. Agradecieron a Roger y a Cedric la lección y la posterior cura y marcharon a la biblioteca, a leer con Vok.
-          Tenéis ganada vuestra merecida reputación, instructor Roger.
-          Creedme. Es la primera vez que alguien logra finalizar el primer día del entrenamiento completo. Esas muchachas van a ser grandes guerreras. Y nunca hago estos comentarios a la ligera.
-          Por supuesto. Y me alegro que finalmente hayáis decidido mostrar una sonrisa.
-          No le veo la gracia a sonreír cuando no se está contento. Hoy sí estaba contento al ver a mis discípulas entrenar y realizar mis ejercicios.
Roger y Cedric se fueron cada cual a continuar sus tareas.
Anguld y el unicornio seguían en la cima de la montaña, aunque se disponían a bajarla y volver a su guarida.
-          Maestro, ¿qué hay de la maga que ha logrado sobrevivir?
-          ¿Por qué crees que la he dejado con vida? Me concentré en eliminar a los otros tres para poder capturar a ese Fáran, y respecto a la maga, también tengo planes para ella.
-          ¿Qué clase de planes?
-          Deja de hacer preguntas de una vez y mueve el trasero. Todo se sabrá a su debido tiempo. Ahora debes llevarte a Fáran contigo a las Islas Abismales. Ni tú ni él debéis salir de ellas hasta que me ponga en contacto contigo. Fáran es sumamente importante. Y la maga esconde sentimientos hacia él. Ésa será su perdición y mi triunfo llegado el momento.
-          Cómo ordenéis, maestro Anguld. 
Ambos empezaron a bajar la montaña.
Claes estaba profundamente dormida, había decidido irse a la cama después de comer para descansar un poco. Unos golpes en la puerta le hicieron abrir los ojos y dejar de soñar. La princesa preguntó quién era, pero no hubo respuesta alguna. Insistió, pero nadie dijo nada. Se levantó, extrañada y abrió la puerta. Para su sorpresa no había nadie al otro lado de la puerta. Se asomó al pasillo pero tampoco había nadie, ni se oían pisadas ni nada. Claes pensó que sería su imaginación. Levantó los hombros, cerró la puerta y se dispuso a dormir de nuevo un rato. Tras girarse, observó que había un pequeño sobre en el suelo. Pero no había nadie allí. ¿Cómo había aparecido ese sobre? ¿Quién lo había traído y por qué no podía verle? Sabía que no podía ser, pero abrió el armario. Era imposible que hubiera alguien, a no ser que entrara por la ventana, pero al abrir el armario se hace un poco de ruido así que la princesa se habría dado cuenta. No, por la ventana no había entrado nadie. El armario presentaba el aspecto de siempre, no había nada sospechoso. Claes cogió el sobre con desconfianza, despacio. Se sentó en la cama y lo abrió. Dentro había un papel doblado. Sacó el papel y lo desdobló. Pudo leer “MUERTE A LA PRINCESA” escrito con sangre. Claes gritó y tiró el papel y el sobre al suelo. Ambos papeles empezaron a arder y se convirtieron en cenizas al instante. La niña tragó saliva, abrió la puerta de la habitación y salió corriendo. Recorrió los pasillos a una velocidad sorprendente. Pero se fijó que no había nadie en los pasillos. Se detuvo un momento, miró atrás y contempló que nadie la seguía. No oía pasos, no había nadie allí. Ni las doncellas, ni los mayordomos, nadie. Se dirigió a la habitación de Suzu. No pudo abrirla. Lo intentó con todas sus fuerzas pero el pomo no cedía. Se dio la vuelta para ir a otro sitio, y de repente escuchó la puerta de la habitación de Suzu abrirse. Se giró, se pegó a la pared y se asomó. No había nadie. Suzu no estaba. ¿Quién le había abierto la puerta? Claes empezó a sentir mucho miedo. Oyó unos pasos que se acercaban. Claes tragó saliva. No tenía escapatoria. ¿O sí? Podía saltar por la ventana. Se haría daño, pero conseguiría escapar de su perseguidor. Se dispuso a saltar por la ventana, pero oyó una voz a su espalda que se lo impidió.
-          ¡Claes, hija! ¿Qué haces ahí? – dijo Christopher con los ojos abiertos cómo platos, sorprendido.
-          ¡Padre! Menos mal que has venido. Estaba tan asustada…. – Claes se abalanzó sobre su padre y lo abrazó con dulzura. No pudo evitar derramar unas pocas lágrimas.
-          ¿Qué ha pasado? Te hemos estado buscando.
-          No lo sé. Alguien me metió una carta escrita con sangre que se quemó al tocar el suelo. Me asusté y salí corriendo y llegué aquí pero no había nadie. Estaba sola. – dijo entre sollozos.
-          Tranquila, mi niña. Ya pasó todo. Aquí estoy.
-          Gracias, padre.
Claes dejó de llorar y se separó de su padre. Lo miró a los ojos y observó que los tenía rojos. Christopher se volatilizó convertido en humo.
La princesa abrió los ojos, respirando aceleradamente y con el cuerpo empapado en sudor. Se hallaba de nuevo en su cama. Emitió un largo y profundo suspiro. Había sido una pesadilla. Pero no podía pensar en otra cosa. El papel decía “Muerte a la Princesa” y su propio padre se había desintegrado. ¿Por qué había soñado eso? ¿Qué se hallaba detrás de esa pesadilla? Claes estaba concentrada, sumida en sus pensamientos cuando dos golpes a la puerta le hicieron volver a la realidad.  
-          ¡Claes! ¿Puedo entrar? – era la voz de Mindy.
-          ¡Claro! ¡Adelante!
Mindy abrió la puerta y entró. Tenía dibujada una sonrisa, como ya era habitual en ella. Observó a la princesa y su expresión cambió a una de preocupación.
-          ¿Qué te ha pasado, Claes? ¡Estás chorreando!
La doncella se acercó a la princesa y se sentó a su lado, para escuchar a la muchacha. La joven le contó el extraño sueño que acababa de tener. La carta que apareció de la nada, que se quemó, el palacio vacío, la puerta que se abría sola, y el rey desapareciendo. Mindy acarició el pelo de la princesa y la abrazó con ternura.
-          Comprendo que estés preocupada, princesa. Pero no ha sido nada más que un sueño. No va a pasar nada. Tu padre se encuentra bien. Ambas lo sabemos. No le des más importancia de la que tiene, no vale la pena.
-          Pero, Mindy. Nunca he soñado algo así tan cruel. Tengo miedo.
-          No debes tenerlo. Mira, puede que hayas malinterpretado ese sueño. Quizá el sueño sea un reflejo de tu propio miedo a convertirte en alguien como él. Sabes que tu padre es un gran guerrero, y crees que nunca estarás a su altura, que no lograrás ser una gran guerrera. Y ese miedo tuyo al fracaso es lo que ha hecho posible el sueño.
-          Vaya, no me había planteado el verlo de ese modo. Algo de sentido tiene. Supongo que temo decepcionarle y no estar a la altura de lo que se espera de mí.
-          Deshaz ese pensamiento, Claes. Yo estoy segura que lo conseguirás. Eres adorable. Sigue así. – Mindy le besó la frente con infinita ternura.
-          Gracias Mindy. Supongo que ya es hora de la lección de la tarde.
-          Quédate aquí, que voy a buscar a Suzu y vais juntas.
-          Cómo quieras.
Mindy salió de la habitación y fue en busca de Suzu. Era su trabajo y ella estaba encantada. Siempre con una sonrisa, dispuesta a escuchar y a aconsejar a las dos chiquillas que tanto quería. Tenía que estar siempre pendiente de las necesidades de cada una pero lo llevaba perfectamente. No había otra persona mejor que ella para ese trabajo. Y ser la doncella de la princesa le daba derecho muy de vez en cuando a poder asistir a eventos que de otra forma le sería imposible. Había sufrido las envidias de otras doncellas, sí, pero no le daba importancia. Ella se concentraba en hacer su trabajo, sin importarle las envidias y los celos de los demás. Claes esperó y finalmente oyó unos golpes en la puerta, pero no era Suzu. La puerta se abrió sin darle tiempo a Claes a preguntar quién era. Era el rey Christopher. Claes estaba sentada en la cama. El monarca se sentó a su lado.
-          Perdona que interrumpa. Mindy me ha contado el sueño que has tenido. Me he cruzado con ella en el pasillo.
-          Mindy cree que lo he tenido por miedo a no estar a la altura de lo que se espera de mí. Soy la hija de dos héroes y la princesa del reino. Puede que tenga miedo a fallar.
-          Es una buena explicación. Pero a mí se me ocurre otra: Sabes que esta mañana te has portado muy mal. Estás arrepentida, pero sabes que no te puedes librar del castigo.
-          Puede. Padre, lo siento de verdad. Pero ya sabes que estoy muy intrigada con los unicornios.
-          Te comprendo. Sé que eres muy curiosa y, en su justa medida, no es algo malo. Pero debes entender que algún día serás la reina, y no puedes comportarte como quieras. Hay unas reglas que debes usar. Si no puedes provocar una revuelta o algo peor. Sé que es una gran responsabilidad, pero tranquila. Te iremos llevando por el sendero correcto.
-          Bueno. ¿Cuál es mi castigo? – Claes ya se había resignado. Sabía que no iba a librarse del castigo, aunque era verdad que estaba muy arrepentida. Nunca había visto a su padre así de furioso en la sala del trono, así que se merecía el castigo.
-          Te quedarás en la habitación hasta mañana. Suzu entrenará sola y visitará a Vok sola. Mindy te subirá la cena cuando sea hora, pero tienes prohibido salir.
-          Entendido. Y, una vez más, lo siento. Y gracias por venir.
-          De nada, hija. Hasta mañana. – el rey le dio un beso cálido en la frente y salió de la habitación.
Mindy avisó a Suzu del castigo de la princesa y la muchacha entrenó sola y fue a la biblioteca sola. Claes estuvo sin salir hasta el día siguiente. Era muy responsable. Cuando la castigaban, cumplía los castigos sin poner objeciones, si de verdad creía que los merecía.
Pasaron 10 días. Era el aniversario de la princesa. Cumplía 11 años. Por la mañana todos estaban un poco más nerviosos que de costumbre debido a los preparativos. La mañana transcurrió sin novedades. Claes y Suzu no se saltaron ni el entrenamiento con Roger ni la lección de biblioteca de Vok. Por la tarde sería la gran fiesta. Ambas se prepararon a conciencia.
Claes lucía un bonito vestido blanco con un montón de adornos, y zapatos blancos brillantes. Suzu iba vestida con un elegante traje azul oscuro, también con varios adornos, y zapatos negros. Suzu siempre anteponía los colores más oscuros. A ella le gustaban más. Ambas estaban en las grandes puertas que daban acceso a la sala del trono, que durante ese día sería la sala de la celebración. Habían quedado en entrar juntas. Abrieron las puertas y entraron. Se quedaron boquiabiertas. Los invitados lucían vestidos lujosos, de varios colores y con diferentes adornos. Cedric llevaba su túnica habitual, no se la cambiaba. La reina Farmel lucía un caro y lujoso vestido de seda, con bordados de oro y varias gemas engarzadas. El rey Christopher vestía una hopalanda dorada, y unas mallas plateadas. Mindy llevaba un brial azul celeste. Los nobles que habían sido invitados lucían prendas variadas, pero elegantes. Vestidos de seda, bliauds, sayas, pantalones de aria, todos se pusieron su mejor indumentaria. Y no era para menos. Se celebraba un aniversario muy importante. El onceavo de la princesa Claes.
Ambas fueron el centro de atención nada más entrar en la sala. Fueron recibidas por un gran aplauso de los presentes. Ambas se sonrojaron un poco. Pero estaban de celebración. Un par de bufones pusieron la nota graciosa. Hicieron reír a las muchachas y a los adultos con sus tonterías y sus espectáculos malabares. Roger también se había presentado. Y llevaba puesta su armadura. No le gustaba ponerse trajes, él siempre iba a todas partes con su armadura. Y aquella no iba a ser una excepción. Provocó las risotadas de algunos nobles, pero Roger no le daba la más mínima importancia. Y siempre con su semblante de indiferencia. Llegó el momento de la danza. Unos artistas ambulantes habían sido contratados para dar el toque musical. Iban vestidos con ropas de pieles, un poco primitivas. Tambores, flautas, ocarinas. Los artistas invitados tocaron varios instrumentos pero de forma que se lograra un buen ambiente musical. Había hombres y mujeres, e incluso varios niños y niñas, que tocaban con entusiasmo aquellos instrumentos. Los reyes decidieron deleitar a los presentes con un baile. Ambos bailaban de maravilla y los asistentes disfrutaron del baile. A Mindy le apetecía bailar, pero no sabía a quién elegir. Roger se le acercó y le propuso cortésmente bailar con él. Mindy dudó. Pero accedió. El instructor no lo hacía nada mal y Mindy disfrutó del baile. Claes y Suzu los miraron con entusiasmo y ambos se sonrojaron. Dos niños que estaban tocando una armónica animaron a las muchachas a subir con ellos y bailar un poco al son de la música. Ambas accedieron. Subieron al improvisado escenario y bailaron con los niños mientras éstos seguían tocando la armónica, saltando y dando vueltas alrededor de las niñas. Para finalizar el espectáculo, una de las mujeres artistas, también vestida con pieles como el resto de su grupo, tocó una dulce melodía con una pequeña arpa que llevaba en las manos. La melodía del arpa fue llenando a todos con alegría. Claes y Suzu miraron con admiración aquella mujer mientras movía sus manos de manera casi divina para que las cuerdas de ese bello instrumento emitieran unas notas tan pacíficas y relajantes. Todos los presentes se deleitaron y aplaudieron al unísono a la mujer cuando terminó su peculiar actuación. Pero no sólo a ella, sino a todo el grupo de artistas. Ellos habían dado un toque mágico y cautivador con su música, y los invitados lo agradecieron.
Había sido un día especial, mágico y emotivo.
Claes había recibido muchos regalos, había bailado con los niños, lo había pasado en grande. Había sido sin lugar a dudas la mejor celebración que había tenido hasta el momento, gracias sobre todo al grupo de artistas ambulante.
No hay que olvidar que las cosas buenas no duran siempre…….
Y cuatro sombras siniestras, iban aproximándose a palacio, no con buenas intenciones. Una de ellas destacaba sobre las otras tres. Pero eso ya se verá en el capítulo siguiente.

lunes, 29 de diciembre de 2014

EXTRA!! CAPÍTULO 3

Feliz Navidad y Año Nuevo a tod@s!!
Perdón por el retraso en los comentarios, las contestaciones, etc....
He tenido unos meses muy difíciles que no me han permitido satisfacer todos mis deseos.
Pero ahora ya vuelvo a estar otra vez aquí.
He recibido varios escritos pidiendo si se puede hacer un esfuerzo y publicar el capítulo 3, así que yo también he hecho un esfuerzo y se ha conseguido.
En este capítulo aparece un nuevo personaje, el instructor Roger. Puede parecer insensible y apático al principio, pero ya se verá, jejejje. Disfrutad del episodio.
Seguid mandando vuestros comentarios y sugerencias. Responderé a todo.


                                      3. CLAES vs SUZU
Claes se despertó con los primeros rayos de sol que se filtraban sobre su ventana. Se desperezó un poco, se levantó con rapidez, y echó un vistazo desde la ventana. Desde su habitación podía verse el jardín, a primera hora de la mañana las flores estaban más hermosas y bellas, relucían con los rayos solares y la princesa siempre miraba el jardín con interés. Había mucha diversidad de flores en el jardín,  magnolias, rosas, amapolas, jazmines, flores de azahar, azucenas, violetas, cada conjunto con su parterre individual pero que le daban al jardín un toque harmonioso y mágico. Y la muchacha siempre contemplaba el jardín al levantarse, por que era el momento de máximo esplendor, donde las flores eran puras. También había varios pinos y pequeños arbustos que terminaban de configurar la realeza de aquel jardín. Claes seguía ensimismada, pero un par de golpes a la puerta la hicieron volver a la realidad. Se apartó de la ventana y se sentó en la cama.
-          ¿Princesa? ¿Estás despierta? – era la voz de Mindy.
-          ¡Adelante Mindy! – la doncella entró y saludó a la muchacha con una enorme sonrisa, que la princesa le devolvió.
-          Buenos díaaaaaaaaaas. ¿Has dormido bien?
-          Estupendamente, gracias.
Mindy ya venía preparada con la indumentaria de entrenamiento de la princesa, pues su lección se iniciaba en un corto espacio de tiempo. Desvistió a la joven y le puso su ropa para la lección de espada. Una camisa blanca, unos pantalones negros en cuyo cinturón estaba la espada de madera, y unas botas cómodas. Se despidió de Claes y puso rumbo a la habitación de Suzu. Recorrió los bellos y ornamentados pasillos de palacio, como era habitual en ella, con una sonrisa, y cada cierto tramo emitía silbidos. Las demás doncellas y mayordomos que se cruzaban con ella ya estaban acostumbrados a verla tan sonriente. Y no importaba lo duro que fuera su trabajo, ella siempre sonreía. Llegó a la habitación de Suzu y llamó a la puerta con un par de golpes. No oyó respuesta alguna. Abrió la puerta con cuidado y se fijó en la cama. La muchacha dormía profundamente. La doncella volvió a golpear la puerta, y ésta vez Suzu abrió los ojos. Mindy le dedicó una dulce sonrisa y la joven se la devolvió.
-          Buenos días, lady Suzu.
-          Buenos días, Mindy. Por favor, sólo Suzu.
-          Como quieras. He traído ropa para la lección con la princesa. Te visto y os subo un poco de comida a ambas. – Suzu se levantó de la cama y se desperezó con fuerza. Había dormido muy bien. El hecho de poder confiar plenamente en los reyes y haber contado su historia la hizo sentir aliviada y feliz.
-          Puedo vestirme sola. Estoy acostumbrada. – Mindy negó con la cabeza y con un gesto de dedos, pero sin quitarse su sonrisa.
-          No puedo permitirlo. Es mi trabajo. Te guste o no te guste, te visto yo. Y lo hago encantada.
Suzu no intentó nada más y se resignó. Se dejó hacer. Mindy le quitó el pijama y le puso ropa para la sesión de entrenamiento. Una camisa verde oscuro, unos pantalones negros y unas botas muy parecidas a las de Claes. Los sastres ya estaban haciendo ropa para ella, pero de momento tenía que seguir cogiendo la de la princesa. Por suerte, ambas eran parecidas y la ropa encajaba a la perfección. Mindy le hizo también la triple coleta que ella llevaba cuando la conoció. Pequeñas cintas de color azul celeste que la niña se había quitado antes de dormir, que iban enganchadas al pelo en forma de pequeños lazos. La doncella se despidió también de la hija de Fáran. Le subió un poco de comida a cada una, y luego continuó haciendo sus tareas.
Suzu estuvo tentada de coger su lanza y colgarla en su espalda, pero las lecciones las darían con armas de madera para no hacerse daño y evitar accidentes. Miró la lanza con cariño, pensando en su padre, que estaba en una misión muy importante, y salió de la habitación. Abrió la puerta y se llevó un buen susto cuando vio a Claes allí, plantada en la puerta de la habitación, esperándola.
-          ¡Claes! ¡No vuelvas a hacer eso! ¡Me has asustado! – Suzu estaba aún medio sorprendida. Claes esbozó una dulce sonrisa.
-          ¡Perdona! Iba a llamar, pero has abierto antes. No era mi intención asustarte. – Suzu emitió un suspiro.
-          Ahora ya está. Pero la próxima vez avisa. Bueno, ¿qué quieres?
-          Acompañarte a la zona de entrenamiento. Vamos a dar juntas las lecciones de espada y lanza. Y como aún no te conoces el camino he decidido venir y vamos juntas.
-          Tampoco es tan complicado. Mindy me ha dicho la dirección a seguir y tengo bastante buena orientación. – Suzu lamentó haber soltado esas palabras y desestimado el ofrecimiento de la princesa.
-          Bueno, como quieras. Me dirijo al jardín. La zona de entrenamiento está cerca. Te veo allí en breve. – Claes se dio la vuelta y empezó a andar hacia la salida de palacio para ir al jardín. Suzu la cogió por el brazo y la detuvo.
-          ¡Espera! Vamos juntas. Seguro que al final me acabo perdiendo y preguntando por el jardín.
A Claes le brillaron un poco los ojos. Asintió con la cabeza las palabras de la princesa y ambas empezaron a recorrer los pasillos de palacio. No tardaron mucho en llegar a la puerta que daba acceso al jardín. Claes la abrió y ambas la cruzaron. Empezaron a recorrer el jardín y Suzu se quedó ensimismada por la belleza de las flores y el bonito paisaje que estaban recorriendo. El día anterior no había tenido tiempo de disfrutar de la espectacular visión del jardín. Se chocó con la princesa casi al saltar una de las paredes que daban acceso al interior del palacio, y después estuvo la visita con Mindy, pero no salieron al jardín. Tras la reunión con sus majestades los reyes, Suzu había pasado el resto del día en la habitación, mientras los sastres le tomaban medidas y le preguntaban por el tipo de ropa y los colores que querían que ellos le confeccionasen. Pero ahora sí dedicó un poco más de tiempo a disfrutar de la embriagadora belleza del jardín. Se detuvo a olisquear algunas flores. Claes la miró y sonrió. Empezaba a sentir una gran empatía hacia ella. Ambas seguían en ese pequeño mundo de fantasía que habían creado alrededor del jardín, pero una voz varonil y muy pronunciada las devolvió a ambas a la realidad.
-          ¡Vaya, vaya! Así que las niñas se divierten jugando en el jardín.
-          ¡Instructor Roger! ¡Qué sorpresa! – Claes puso cara sorprendida al ver a Roger. El semblante del instructor era serio e indiferente. Miró a Suzu, sin dejar su indiferencia.
-          La hija de lord Fáran, supongo. Bien. Si queréis después de la lección os regalo un collar de flores a cada una. – Roger se esfumó tan rápido como había venido. Suzu miró a Claes.
-          Menudos modales. Aún tenemos un poco de tiempo antes del inicio del entrenamiento. ¿Qué más le dará dónde lo pasemos?
-          Es exigente y duro, pero no es mala persona, créeme. Es su carácter y su forma de ser. No le juzgues por sus comentarios sarcásticos.
Suzu asintió las palabras de Claes. Ambas empezaron a recorrer el jardín rumbo al patio de entrenamiento. Roger era el instructor personal de la princesa. Ahora sería instructor de ambas. No era fairiano. Venía del reino de Wilbell, dónde se situaba la capital continental. Era un hombre de unos 30 años. Tenía el pelo moreno, corto a la altura del cuello y siempre lo llevaba con una ralla en medio. Tenía los ojos marrones y Claes nunca le había visto sonreír. Y portaba un orondo y frondoso bigote. Vestía con una coraza de color plateado, unas mallas azules, brazales metálicos negros, quijotes metálicos plateados y botas oscuras. Había sido recomendado personalmente por la propia reina continental Anashtar. Manejaba armas bastante variadas. Sin ser un gran especialista en ninguna, era perfecto para iniciar en cualquier disciplina, pues sabía lo básico de cada arma. Tenía fama de ser muy exigente, pero pese a que aún era joven había logrado buenos resultados. Las muchachas terminaron de recorrer el jardín y llegaron finalmente a una gran explanada de tierra, que era donde tendría lugar su lección diaria. Roger ya las estaba esperando. Llevaba en la mano una lanza de madera no muy grande, para Suzu. El instructor las vio llegar. Con el mismo semblante de indiferencia, se acercó a Suzu y le dio la lanza. La muchacha la miró y comprobó que había sido tallada hacía poco. La joven miró al instructor y esbozó una sonrisa, agradeciendo el detalle de haber tallado la lanza para ella. Roger ni se inmutó, no hizo ningún gesto ni cambió su semblante. Se acercó a las muchachas.
-          Hija de Fáran. Te voy a decir lo mismo que le dije a Claes el día que empecé a adiestrarla con la espada. No esperes un trato diferente sólo por ser la hija de lord Fáran. ¿Te ha quedado claro?
-          Sí, señor. Muy claro. Y prefiero que me llaméis Suzu, si no os importa. – la muchacha le sostuvo la mirada sin pestañear.
-          Muy bien. Para empezar, veinte vueltas a la explanada. Venga, moved ese trasero haragán.
Claes aún recordaba su castigo del día anterior. Pero no podía hacer nada más que obedecer a su instructor así que ambas empezaron a recorrer la explanada. Suzu llevaba la lanza en la mano. Ambas hicieron las vueltas a bastante velocidad. Mientras recorrían la explanada, Roger iba sacando pequeños soportes de madera cubiertos de paja con forma de muñeco. Sacó cuatro. Dos de ellos tenían en las manos espadas de madera y una lanza, y se giraban si se les impactaba. Tras acabar las vueltas, las muchachas fueron al centro de la explanada, que era donde Roger las esperaba.
-          Bien. Ahora unos cuantos ejercicios físicos para que los músculos del cuerpo se preparen también. 100 flexiones de piernas y otras 100 de brazos y hombros. ¡Adelante, señoritas!
-          ¿100 de cada? A éste paso vamos a terminar perdiendo el conocimiento antes de empezar con los ejercicios de armas.
-          ¡Oh! Quizá la princesita quiera volver a su habitación a jugar con muñecas. He dicho 100 y son 100. Y no se me discute. A la próxima aumentaré a 200.
Claes quiso abrir la boca para protestar, pero se contuvo. Sabía que era inútil tratar de discutir con Roger. Nunca mostraba ninguna emoción, nadie sabía qué le rondaba por la cabeza. Siempre con ese semblante tan indiferente. Y no le gustaba que nadie discutiera su autoridad. Ni siquiera en presencia de los reyes cambiaba su semblante. La joven princesa empezó a hacer las flexiones junto con Suzu. La hija de Fáran hacía las flexiones de forma rápida y con cierta maestría para su corta edad. Estaba claro que Fáran le había enseñado cosas. Ambas terminaron sus ejercicios. Claes había empezado a sudar. En cambio, Suzu aún estaba fresca como una rosa.
-          ¡Siguiente ejercicio! 50 golpes altos, 50 bajos y 100 al torso. Claes, primero con la mano izquierda y después con la derecha. Suzu, tú gastas ambas manos para sujetar la lanza así que haz el doble de golpes. Los golpes básicos son esenciales. Recordad la postura, la flexión de piernas. No perdáis de vista el objetivo. ¡Empezad!
Las muchachas empezaron a descargar los golpes sobre aquellos muñecos de madera rellenos de paja. Roger miraba a ambas. Suzu realizaba los golpes con precisión, sin desperdiciar movimientos, completamente concentrada en su adversario. Con Claes era diferente. El instructor le corrigió en varias ocasiones su flexión de piernas y la posición de sus brazos al lanzar los golpes. Tras acabar el ejercicio, Claes cayó al suelo. Respiraba con dificultad, y tenía los ojos cerrados. Roger cogió un cubo de agua que había cerca y se lo echó a la muchacha, que casi se ahoga. Se levantó y empezó a toser. Suzu se puso a su lado para ayudarla.
-          ¡Aún no hemos terminado! Ahora hay que repetir los golpes pero en los otros muñecos. Os advierto que éstos se giran y os atacarán. Debéis atacar y defender. Podéis bloquear los golpes o esquivarlos.
-          Podríais tener más cuidado, instructor. Casi me ahogo.
-          La culpa es tuya por ponerte a descansar. Se descansa sólo si yo lo ordeno.
-          Pero….. – Claes no pudo terminar la frase. Roger se acercó y la levantó de golpe.
-          Ni peros ni sandíos. ¡Golpead los muñecos! ¡Venga!
Roger la volvió a dejar en el suelo. Y les hizo un gesto con la cabeza a las muchachas para que empezaran a golpear los muñecos y prepararse para defender o esquivar los golpes. Suzu seguía mostrando una disciplina digna de admiración. Seguía dando los golpes con precisión y maestría, y bloqueaba o esquivaba los golpes del muñeco con soltura. No recibió ningún golpe del muñeco. Claes lo tuvo un poco más difícil. Recibió un par de impactos en el torso y uno en las piernas que la hicieron ponerse de rodillas. Roger la ayudó a levantarse y la animó a que siguiera con el ejercicio, sin cambiar su semblante ni un ápice. Le corregía la posición de piernas y brazos. Tras acabar el ejercicio, Claes se dejó caer al suelo de espaldas. Estaba cansada, sudando y le costaba respirar. Suzu empezaba a estar fatigada pero apenas se le notaba.
-          Es todo por ahora. Durante la tarde repetiremos solamente los ejercicios de los muñecos. Venga, marchad.
Suzu ayudó a Claes a levantarse. Ambas se fueron en dirección al jardín. Roger había empezado a recoger los muñecos y guardarlos en una pequeña sala de armas que había en las torres de vigilancia. También guardó la lanza y la espada de las muchachas. Al poco llegó Cedric. Se puso al lado del instructor.
-          ¿Qué tal ha ido?
-          Tal como me imaginaba. La hija de Fáran posee una técnica excelente. Ha hecho todos mis ejercicios a la perfección.
-          ¿Y la princesa?
-          Hoy he sido un poco más duro. Les he hecho hacer más ejercicios de lo habitual. Le ha costado un poco, pero ha conseguido terminar. Hay algo en esa muchacha.
-          Bueno, es la hija de sus majestades Christopher y Farmel. Es natural que demuestre algo de talento.
-          Supongo que sí. Ya sólo quedan 36 días para el combate oficial. Si no me equivoco va a pelear con la hija de Fáran, ¿cierto?
-          En efecto. Fue petición de la princesa. Lady Suzu está más preparada así que en principio es la favorita. Supongo que la princesa empieza a despertar por fin el espíritu de guerrera que duerme en su interior. Tengo curiosidad.
-          Suzu va a ganar. Pero el combate no será sencillo para ella.
-          No os entiendo, instructor Roger.
-          Paciencia. Lo entenderéis.
Cedric se despidió de Roger y se retiró a proseguir con sus menesteres diarios. Claes y Suzu empezaron a recorrer el jardín. De pronto distinguieron una figura no muy lejana a su posición. Se acercaron y pudieron comprobar que se trataba de Mindy, que las estaba esperando, como ya era habitual en ella, con una sonrisa.
-          Madre mía, princesa. ¿Qué os ha pasado? – Mindy puso cara un poco sorprendida. La ropa de la princesa estaba sucia y mojada.
-          Pues que Roger casi me ahoga con un cubo de agua. Y estoy agotada.
-          ¿Os preparo un baño?
-          Para mí sí, por favor. – Claes miró a Suzu y ésta negó con la cabeza.
-          No hace falta. Yo estoy bien, pero gracias.
-          Suzu, espérame en mi habitación. En cuanto acabe, tenemos que ir a la biblioteca con Vok hasta que sea el momento de comer.
-          Vamos, lady Suzu. Os acompaño y aprovecho para coger ropa limpia del armario de la princesa. – Mindy hablaba respetuosamente de nuevo por que se hallaban fuera de la habitación. Suzu iba a negarse, no se acostumbraba a que le hicieran todo. Pero asintió con la cabeza.
Mindy y Suzu siguieron recorriendo el jardín en dirección a la habitación de Claes. La princesa entró en palacio por la puerta del centro del jardín y se dirigió a darse un baño y a relajarse un poco.
La doncella y la muchacha llegaron a la habitación de la princesa y entraron. Mindy abrió el armario y le cogió otro conjunto igual que el que llevaba. Por la tarde iban a practicar más, así que le puso no se lo iba a cambiar. Se despidió de Suzu y se fue a reunirse con Claes. Siempre con una sonrisa, sin importarle para nada recorrerse el palacio una y otra y otra vez. Suzu se dio cuenta que la habitación ya había sido limpiada y ordenada. Cogió un libro de la princesa y lo empezó a leer, mientras esperaba a Claes. La princesa salió de su baño como nueva. Mindy le puso la ropa nueva y depositó la sucia en un recipiente de barro, para lavarla. Ambas se separaron. Claes se apresuró a llegar a su habitación.  Abrió la puerta y observó a Suzu que leía uno de sus libros con cierto interés. Pero el deber les llamaba así que ambas volvieron a salir de la habitación de Claes y pusieron rumbo a la biblioteca. No tardaron mucho en llegar. Claes abrió las puertas dobles y ambas entraron. En una de las estanterías estaba Vok ordenando algunos libros. Oyó el sonido de las puertas al abrirse y cerrarse y desvió la mirada. Observó a la princesa y a la otra muchacha y esbozó una sonrisa. Clavó su mirada profunda en la muchacha pelirroja, pues era la primera vez que la veía en persona.
-          Buenos días princesa. Buenos días jovencita.
-          Buenos días. – dijeron ambas, primero Claes y luego Suzu.
-          ¿Qué os trae por aquí?
-          Venimos a que nos dé la lección diaria.
-          ¡Ah, sí! Perdonad. Entonces vos sois lady Suzu.
-          Efectivamente. Es un placer.
-          No, muchacha. El placer es mío. Conozco todas las historias sobre vuestro padre, contadas de primera mano por su majestad el rey Christopher. Creedme, es un honor compartir mis conocimientos con unas jovencitas tan hermosas.
Ambas se sonrojaron un poco. El anciano las acompañó hasta una de las mesas. Las muchachas se sentaron. Vok cogió un libro que tenía preparado en una de las estanterías cercanas, lo abrió y empezó la narración. Vok contó una historia que vivió cuándo él era más joven. Era mago, pero no destacaba. Su poder mágico era un poco más bajo que el que solían tener los magos a su edad. No obstante vivió el horror de ver cómo el reino iba perdiendo belleza y esplendor. En su época de juventud, los reinos vecinos de Wendar y Jynx estaban en guerra con Faír. El antecesor del rey Christopher fue el que logró firmar la paz y terminar la época de guerra. Y era importante que ese tratado de paz no se rompiese por ningún motivo. Vok no les contaba aquello para asustarlas, sino para prepararlas en caso de necesidad. La paz podía romperse en cualquier momento. Las muchachas escucharon con atención todo el relato del anciano. Mientras escuchaban la historia, varios nobles iban entrando a la biblioteca. Se acercaban, saludaban a los tres, si tenían alguna pregunta sobre algún libro o buscaban alguno y no lo veían, le preguntaban al anciano, que les indicaba amablemente la localización del libro que estaban buscando.
-          No lo entiendo, Vok. ¿Por qué hay guerras? Son crueles, muere gente y se pierden hogares y lugares bonitos.
-          Por muchas razones, princesa. El ser humano es belicoso. Por eso es importante mantener los tratados de paz.
-          Mi padre me ha comentado que la reina Anashtar también influyó para que la paz en los tres reinos se firmara. Y aún a día de hoy se esfuerza como nadie para mantener dicha paz. – dijo Suzu.
-          En efecto, lady Suzu. Su majestad la reina Anashtar es una pieza clave. Fundamental para mantener la paz.
-          Ella manda incluso sobre mis padres. Me gustaría conocerla.
-          Mi padre trabaja directamente para ella. Tuve el honor de conocerla durante una recepción, y puedo afirmar que impresiona.
-          Vaya. ¡Menuda suerte! Tendréis que perdonarme, jovencitas, pero el deber me llama. Venid mañana y os cuento otra historia.
-          Seguramente vendremos esta tarde a leer un poco, cuando acabemos la lección. Cuídese, Vok.
-          Hasta pronto, muchachitas.
Vok se despidió de las jóvenes y siguió con su trabajo en las estanterías.
-          ¿Qué nos toca hacer ahora? – preguntó Suzu.
-          Pues…… podemos ir al comedor por que queda poco para el mediodía y hay que comer. Yo estoy hambrienta.
-          La verdad es que yo también. El ejercicio y el relato me han abierto el apetito.
Ambas muchachas salieron de la biblioteca y pusieron rumbo al comedor. Suzu se quedó maravillada cuando vio la mesa del comedor, ovalada y tan decorada. Estaba claro que el palacio era una obra de arte por dentro y por fuera. Al poco llegaron los reyes, que saludaron a ambas muchachas. Mientras esperaban a Cedric para empezar a comer, sus majestades preguntaron qué tal les había ido la mañana a las niñas. Claes contó lo que había pasado con Roger en el jardín y más tarde cuándo le tiró el agua del cubo y casi la ahoga. También contó que la había agarrado y levantado del suelo. Los monarcas preguntaron si Roger había llegado a agredir a la princesa, o sólo la había levantado para sermonearla. Claes dijo la verdad. No era la primera vez que Roger lo hacía. Tenía merecida su fama. Era un instructor que exigía mucho, pero no llegaba a nada más. Ya la había levantado otras veces. No le disgustaba que Roger fuera duro y exigente, eso la ayudaría a estar más preparada, pero le gustaría que de vez en cuando sonriera o cambiara su semblante tan indiferente. Los reyes le dijeron que eso no lo iba a conseguir fácilmente, si es que llegaba a conseguirlo alguna vez. Al poco llegó Cedric. Tras la comida, las muchachas dispusieron de tiempo libre hasta la hora de la lección de la tarde, así que cada una se fue a su respectiva habitación. Por la tarde repitieron los ejercicios de los muñecos. Roger seguía con su semblante indiferente. Después de darles golpes a los muñecos las muchachas fueron a la biblioteca a leer un poco. Tras finalizar la lectura iban de nuevo al comedor a cenar. Eran los únicos momentos en los que Claes y Suzu podían ver y hablar con los reyes, en las comidas. A no ser que hubiera algún evento fuera de lo estipulado, las muchachas seguían el mismo itinerario. Mindy las levantaba, las vestía y les daba el desayuno. Tras el desayuno recorrían el jardín y se ponían en manos de Roger que hacía el mismo entrenamiento día tras día. Las vueltas, las flexiones, los muñecos. Una vez finalizado el primer entrenamiento se iban a la biblioteca y daban una lección con Roger. Siempre les contaba alguna anécdota curiosa de su vida. Tras lo cual iban a comer y podían hablar con los reyes. Disfrutaban de un poco de tiempo libre cada una hasta principios de tarde, que daban otra sesión con Roger. Otra pasadita por la biblioteca para leer un poco. La cena, de vez en cuando un baño y a la cama. Así pasaron 36 días. Había llegado el esperado momento del combate oficial de la princesa. Era hora de ver los resultados del entrenamiento. Al llegar el alba, con sus primeros rayos de sol iluminando el hermoso jardín de palacio, Claes estaba asomada a la ventana como de costumbre, quedándose embobada viendo la magia de las flores en perfecta armonía. Mindy no tardaría en llegar, así que se preparó para recibirla. Efectivamente, al poco escuchó los golpes tras la puerta.
-          Princesa soy Mindy. ¿Puedo entrar?
-          La puerta está abierta.
Mindy abrió la puerta y entró. No llevaba en la mano el atuendo que utilizaba la princesa para entrenar. Claes se percató de ello. Llevaba otra indumentaria diferente. Llevaba una pequeña armadura fairiana.
-          Buenos días princesa. ¿Estás nerviosa? ¡Tu primer combate!
-          Buenos días Mindy. ¿Eso que llevas en la mano no será….?
-          Efectivamente. Es la armadura oficial del reino de Faír. Echa exclusivamente para ti. Vamos a probártela inmediatamente. – la doncella vistió a Claes con la armadura, y no pudo evitar mirarla de arriba abajo.
-          Estoy nerviosa, Mindy, pero emocionada. Tengo ganas de ver si el entrenamiento de Roger ha servido de algo. Y de ver a Suzu en acción.
-          Lo harás bien. Tú relájate. Coge aire y suéltalo.
-          ¿Va a venir mucha gente a verme?
-          Por supuesto. Los reyes, Cedric, Roger, yo, y gente de la ciudad que quiere ver a su princesa en acción.  – Claes tragó saliva. Se había puesto como un flan.
-          Tengo miedo. ¿Y si no soy una buena guerrera? ¿Y si no lo hago bien? ¿Y si……? – Mindy le tapó la boca con la mano y le dedicó una sonrisa. Le hizo un gesto con la cabeza, para que apartara las ideas negativas de la cabeza.
-          Confía en ti. Voy a por Suzu. Nos vemos en la explanada.
Mindy se despidió de la princesa con su sonrisa habitual. Cogió la armadura de Suzu y se dirigió a su habitación. Llamó a la puerta. Suzu abrió al poco tiempo. La doncella entró.
-          Buenos días Suzu. Te traigo tu ropa.
-          Buenos días Mindy. Vaya. Es la armadura fairiana, ¿no?
-          Por supuesto. Es el primer combate de la princesa y también será un buen entrenamiento para ti.
-          Estoy ilusionada. Aunque soy la favorita por que mi padre me enseñó desde más tiempo, Claes es hija de dos héroes. No sé lo que puede pasar.
Mindy vistió a Suzu con la armadura. Le quedaba perfecta, igual que a la princesa. Al contrario que Claes, Suzu estaba muy calmada. No parecía nerviosa. Ella ya sabía lo que era un combate de entrenamiento. Había disputado varios con su padre. Y siempre había perdido. Fáran siempre le decía a su hija que no se confiara, que no bajara la guardia nunca. Los adversarios aparentemente más débiles pueden ganar. Fáran había derrotado a seres más fuertes que él. Así que la muchacha no tenía que confiarse. Ella tenía ventaja, y tenía que saber aprovecharla. Mindy se despidió de Suzu y puso rumbo a la explanada de los entrenamientos, lugar escogido para el combate.
Las muchachas habían decidido la noche anterior  encontrarse en el pasillo que daba acceso al jardín. Suzu llegó primero. Claes no tardó en llegar. Ambas se examinaron. Sonrieron y se dieron un fuerte apretón de manos. Pusieron rumbo a la explanada. No se dijeron nada. No querían ponerse nerviosas entre ellas. Era un entrenamiento. El combate serviría para observar los avances de Claes y la técnica que Fáran le había enseñado a su hija. Ambas llegaron a la explanada y comprobaron que ya estaban todos allí. Eran las últimas en llegar. Los reyes también iban vestidos con la armadura fairiana. Cedric iba con su túnica, como siempre. Roger con su atuendo habitual, y Mindy con su atuendo de doncella. Había también varios aldeanos y algún noble. Los aldeanos iban vestidos con atuendos básicos, camisas de varios colores, pantalones, algunos de ellos de aria y botas sencillas. Entre los nobles también había diversos atuendos, saya, bliaud, brial, cotardia…
Roger acompañó a las muchachas al centro de la explanada, y le dio su arma de madera a cada una. Se alejó un poco pero seguía estando en primera fila, con los reyes, Cedric y Mindy. Las muchachas cogieron sus armas, saludaron con una reverencia respetuosa a los monarcas y al resto de asistentes y se prepararon para el combate. A Farmel le llamó la atención un pequeño detalle. Suzu había cogido la lanza por la mitad. Muchos lanceros aprovechaban la longitud del arma en beneficio propio. Aunque eso podía ser una desventaja. Si el golpe era fallado, el lancero era completamente vulnerable. Sonrió para sí misma. Fáran había preferido enseñarle a su hija que con esa forma de coger la lanza se perdería rango, pero ganaría defensa. Había empezado a llover, pero no iban a detenerse. Christopher levantó la mano. Ambas muchachas se miraron a los ojos, muy seriamente. El rey bajó la mano y el combate empezó.
Claes salió disparada hacia Suzu e intentó golpearla en el costado. La hija de Fáran esquivó el golpe con rapidez. Intentó aprovechar la pequeña ventaja que tenía lanzando un golpe ascendente, pero la princesa bloqueó su ataque. Ambas armas se cruzaron. Claes dio un pequeño salto hacia atrás y asestó una buena estocada dirigida al torso de su oponente. Suzu logró bloquear el ataque con su lanza. La hija de Fáran se agachó y le propinó un fuerte golpe en el estómago con la lanza. Claes retrocedió un poco. Se recompuso y siguió atacando. La princesa lanzaba buenas estocadas y variadas, y a Suzu le costaba esquivar todos los ataques y tuvo que bloquear alguno. Claes optó por un golpe con un poco más de intensidad y Suzu bloqueó el ataque a duras penas. Ambas armas volvieron a chocar, ésta vez de manera un poco más violenta. Ambas muchachas se miraron. Estaban concentradas, querían dar buena impresión. Claes no tenía ninguna técnica. Sus golpes eran simples. Pero aún así a Suzu le estaba costando golpearla, pese a que era la favorita. Las muchachas saltaron hacia atrás y ésta vez fue Suzu la que inició el ataque. Los golpes de Suzu eran rápidos, bien dirigidos, sincronizados, y Claes lo estaba pasando mal pero consiguió bloquear la oleada de golpes de su contrincante. Pero el último ataque sí consiguió impactar. Suzu había girado la lanza hacia la izquierda, pero en última instancia lanzó un golpe ascendente. Claes recibió el impacto y cayó al suelo de espaldas. Suzu se acercó para darle el golpe de gracia y acabar el combate. Claes flexionó las piernas, y con un salto ágil se puso en pie y consiguió golpear el torso de Suzu, que retrocedió, asombrada por lo que había pasado. Roger miraba el combate con orgullo. Sólo le había enseñado golpes básicos, pero le había dado también gran flexibilidad, y reflejos, y Claes había demostrado que había logrado interpretar la finalidad de aquellos extraños ejercicios. Los espectadores estaban encantados con el combate. No les importaba la lluvia, no se preocupaban de tener sus ropas mojadas. En ese momento sólo importaba ese entrenamiento. Algo en el interior de Claes estaba pidiendo a gritos salir fuera. Era el instinto de la guerrera que llevaba dentro. Sabía que tenía las de perder, pero se estaba divirtiendo y estaba aprendiendo. Claes esbozó una sonrisa dirigida a su rival. Suzu le devolvió la sonrisa, hizo un par de giros con la lanza y se lanzó de nuevo al ataque, tras aquél pequeño receso. Ésta vez la muchacha le imprimió más potencia a su golpe y Claes lo bloqueó casi de milagro. Pero Suzu era más fuerte, consiguió romper la defensa de la princesa y le asestó un duro golpe al costado. Claes hizo un gesto de dolor, se puso la mano en el costado mientras con la otra seguía alerta. Suzu atacó de nuevo. Claes bloqueó el ataque a duras penas e intentó un contraataque, pero la hija de Fáran lo esquivó con una facilidad asombrosa y puso la punta de su lanza de madera en el cuello de Claes.
-          Has perdido, princesa. – Suzu retiró su lanza.
Claes dejó caer su espada de madera. Ambas se miraron. Claes cayó al suelo de espaldas. Respiraba entrecortadamente, pero mostraba una gran sonrisa. Cerró los ojos y disfrutó de la lluvia. Los abrió de nuevo y vio que Suzu le había tendido la mano y la miraba también con una sonrisa. Claes se levantó ayudada por Suzu.
-          Sabía que no te podía ganar. Eres increíble.
-          Lo has hecho muy bien, Claes. Tu primer combate ha sido muy bueno. Y has logrado golpearme una vez. Chica, menuda agilidad para levantarte así de rápido.
-          Eso es por Roger. Ya te dije que no era mala persona.
Suzu asintió con la cabeza. Los reyes empezaron a aplaudir, y al poco todas las personas que habían ido a ver el combate aplaudieron también. Las muchachas se sonrojaron. Vok también había decidido asistir. Abriría la biblioteca un poco más tarde ese día. Roger se acercó a las muchachas y le puso una mano en el hombro a cada una. Seguía mostrando un semblante indiferente. Él era así.
-          Habéis estado bien las dos. Podéis estar orgullosas. A partir de mañana empezaremos también con el combate cuerpo a cuerpo, sin armas. Es posible que vuestros rivales os quiten el arma. Debéis estar preparadas para todo. Descansad el día de hoy. Os lo habéis ganado. – Roger les acarició el pelo a ambas, que estaba muy mojado.
Las muchachas llegaron hasta dónde estaban los reyes. Los monarcas miraban a ambas niñas con orgullo, con satisfacción y con cierta nostalgia. Christopher no pudo evitar recordar tiempos pasados, compartidos con Fáran. Deseó que su misión tuviera éxito y pudiera volver pronto.
-          Hija, estamos orgullosos de ti. Ha sido un buen primer combate. – dijo Farmel.
-          Suzu, sin duda eres ya una gran guerrera. Sigue por ese camino. – dijo Christopher.
-          Gracias. – dijeron ambas.
Al poco paró de llover. Daba la sensación que había llovido sólo por el combate que habían disputado Claes y Suzu. Se procedió a las despedidas y todos reanudaron sus tareas. Tras volver primero a sus respectivos aposentos y proceder al cambio de atuendo pertinente. Mindy acompañó a las muchachas a sus habitaciones y les cambió la ropa. Ambas pidieron llevar su ropa de entrenamiento, pese a que no iban a entrenar más ese día.
Claes pasó la mayor parte de la mañana en la biblioteca.
Suzu prefirió quedarse en su habitación.
Roger entró en la sala del trono, con su particular indiferencia. Los monarcas estaban sentados en sus respectivos tronos, con Cedric a su lado. El instructor se detuvo al pie de los escalones.
-          Parece que vuestro método es eficaz. – dijo el monarca.
-          Yo apenas he hecho nada. Sólo le he enseñado lo básico. Ha sido ella la que ha sabido adaptar mis ejercicios al combate.
-          Aún así, podéis estar orgulloso. Ya que estáis aquí, me gustaría hablar de esa costumbre vuestra de coger a la gente e intimidarla de esa manera. No pongo en duda vuestra eficacia como instructor, no me malinterpretéis. Y no lo digo tampoco por nuestra hija. Sencillamente creo que no deberíais hacerlo. – Farmel habló con claro tono de reproche. No le gustaba que Roger cogiera a su hija para darle miedo y lo dejó bien claro. Lo adornó con respeto para que no se notara mucho.
-          Soy consciente que a veces me excedo. Y pido disculpas. Vuestra hija tiene algo. Algo que va más allá de ser la hija de dos héroes. Algo que aún no sé lo que es, no llego a discernirlo, pero está ahí. De todas formas me controlaré, no sólo con ella, con las personas que tenga a mi cargo.
No había nada más que decir así que Roger abandonó la sala. El resto del día transcurrió sin alteraciones. Las muchachas decidieron entrenar un poco, por su cuenta. Y estuvieron en la biblioteca. Cenaron y se acostaron cuando llegó la hora. A la mañana siguiente, Suzu seguía sumida en el sueño cuando unos fuertes golpes en la puerta la despertaron. Se oía la voz de Claes al otro lado. Parecía nerviosa.
-          ¡Suzu! ¡Suzu! Despierta, por favor. Ha llegado un guerrero de la reina Anashtar. Y trae noticias sobre Fáran.