miércoles, 20 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 1

Bueeeeeeeno tras una larga espera y varios trámites por mi parte por fin está aquí el primer capítulo. Las primeras páginas. Así podréis ver mi forma de escribir y presentar a los personajes. Hay que hacer una aclaración: Durante los primeros capítulos Claes y Suzu tendrán sólo 10 años. Es importante por que acontecimientos futuros tienen lugar tras acciones que transcurren en este periodo, así que es importante. Y Lian aparecerá más adelante, cuando las muchachas ya tengan 15. Por último sabed que el capítulo está registrado en el Prop en el Registro de Propiedad Intelectual. La primera hoja contiene datos personales y direcciones de correo. Para solventar dudas. Prometo contestar a todo el mundo pero dadme tiempo. Y el segundo capítulo saldrá a principios del 2014. Hay que esperar. 
P.S. Ya sé que son muy pocas páginas pero los capítulos me duran eso, entre 10 y 15 páginas y el libro completo son 43 capítulos. No se puede hacer una valoración muy grande con lo poco que hay. Soy consciente. Pero el estilo, la forma, y con la introducción que puse por lo menos tenéis algún conocimiento del mundo. Haced lo que podáis. No me permiten publicar más de modo gratuito. Es lo que hay. Yo también estoy atado de pies y manos.
 
                                AVENTURAS EN FAARGA
                                 PARTE I: LAS PRUEBAS HEROICAS

Autor: Jorge Mifsud Talens
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Correo electrónico:  jorge_mifsud@outlook.com
                                    jorge.mifsud@gmail.com

                                                1. ENCUENTRO
-          Enhorabuena, majestad. Es una niña preciosa.
Con ésas palabras concluyó el nacimiento de la pequeña Claes, hija del rey Christopher y de la reina Farmel. Así pues, había nacido la princesa del reino de Faír, reino situado al noroeste de Sulia.
El nacimiento de Claes fue motivo de alegría. Sus majestades habían buscado desde hacía varios años poder concebir un heredero al trono de Faír. Habían visto truncada su fortuna en varias ocasiones, pero no perdieron la esperanza y su convicción fue fuertemente recompensada.
Farmel, la madre de la criatura, sostenía a su bebé en brazos, un pequeño cuerpecito carnoso, cubierto con una manta blanca. Los ojos de la reina brillaron mientras veía como su bebé sucumbía al sueño mientras era mecida suavemente por su madre.
Su marido, el rey, estaba sentado junto a ella, en una silla de madera con un suave y cómodo cojín de seda y un respaldo de terciopelo, ambos de color rojo.
-          Por fin, Christopher. Pensaba que nunca podríamos tener descendencia. – dijo mientras sus ojos se humedecían de alegría.
-          Y ha nacido en un momento de paz. Aún están vigor los tratados con Wendar y Jynx. Sin duda una señal. – dijo el rey mientras se levantó de la silla y obsequió a su mujer con un cálido beso en la frente.
Faír era un reino que había sido maltratado por numerosas guerras. Durante muchas generaciones Faír había estado en guerra con los vecinos reinos de Jynx y Wendar. Sin embargo, poco antes de que Christopher y Farmel ascendieran al trono, se consiguió firmar un tratado de paz.
Pero era una época de grandes turbulencias. Las alianzas podían romperse en cualquier momento, por cualquier motivo. Para celebrar el nacimiento de Claes, se mandaron invitaciones a la gente de alto copete del reino, pero también se mandaron invitaciones a los diversos mandatarios y demás gente importante de los reinos vecinos. Querían seguir manteniendo la paz.
Aún así, preferían ser cautos. Debido a la naturaleza belicosa de sus predecesores, los reyes establecieron que no sólo los soldados debían ser adiestrados para una posible confrontación, sino también se debía instruir, en la medida de lo posible, a la gente de clase baja y a los nobles.
Así pues, a los aldeanos, a los campesinos, e incluso a los nobles se les daban lecciones en el manejo de las armas.
No se oponían a ello, es más, muchos aldeanos y campesinos se mostraban encantados de saber defenderse.
Tenían que compaginar la recuperación de las tierras con el aprendizaje militar. Y lo llevaban bastante bien. Se había conseguido en poco tiempo un gran avance.
Sus majestades también sabían que su propia ley haría que su hija Claes fuera adiestrada. No tenían reparos en ello. Ambos habían sido y eran grandes guerreros no sólo dentro de Faír, sino de todo el continente.
Christopher era un hombre corpulento. Su mera presencia intimidaba. Tenía el pelo castaño, largo, y una frondosa barba. Sus ojos eran negros y su arma era la espada. Su corona real estaba hecha de oro con varias gemas engarzadas en ella. Tenía un porte y una elegancia dignos de admiración. Era un soberano querido y respetado por la gente. Él y su mujer se habían ganado a pulso su merecida reputación. Farmel era una mujer bastante apolínea. Tenía el pelo moreno largo, aunque a veces se lo recogía en una coleta. Sus ojos eran verdes claros y era una estupenda lancera. Era querida y respetada, pero también temida. Su corona era también de oro, con gemas. Y en la frente le gustaba llevar una tiara de plata.
Pasaron diez años rápidamente.
Claes se había convertido en una muchachita digna de sus padres. Y había empezado su iniciación en el arte de la lucha con espada. Desde los tres años le habían asignado una tutora que le enseñaba cómo debe comportarse una princesa. Protocolo, la forma de dirigirse a los demás, el respeto a la ciudadanía, eran cosas que tenía que aprender, aunque fuera pequeña y le costara. No había mostrado ningún contratiempo y su tutora estaba contenta y satisfecha del trabajo que había hecho. Un poco más adelante, desde los seis años también le habían enseñado la historia del reino. Claes había empezado a mostrar indicios de poseer una enorme curiosidad. Preguntaba muchas cosas, quería respuestas para todo y absorbía la información que se le daba, ya fuera de sus tutores, de sus padres, o leyendo libros en la biblioteca del palacio. Ésa era una de sus grandes aficiones, la lectura. A veces se pasaba horas sentada en la biblioteca leyendo, aprendiendo.
La biblioteca de palacio era una gran estancia circular, con montones de estanterías rectangulares llenas de libros. Había un par de mesas circulares de madera y cuatro sillas, con cojines y respaldos de terciopelo de color verdoso. El hombre encargado de archivar y conservar los libros era Vok. De edad avanzada, tenía el pelo gris casposo, y una gran barba. Ojos marrones y mirada profunda. Solía vestir con una túnica de color azul celeste. En su juventud había sido mago, aunque con poco poder mágico, y se sentía bien llevando esa túnica. Pero lo que más le encantaba era ver a la princesa pasando tantas horas mirando libros, ganando información absorta y metida de lleno en sus lecturas. Cuando se sentaba a leer, parecía que el tiempo se paralizaba. Nada importaba, sólo su lectura. Y era la única persona en todo el palacio a la que la princesa hablaba de usted, y no de vos. Claes no sabía tampoco el por qué, pero ese hombre le infundía un tremendo respeto, y desde el primer día le había hablado de usted. Vok se mostraba encantado.
Las puertas dobles de madera se abrieron, y Claes entró en la biblioteca. Tenía el pelo negro, heredado de su madre, pero no tan largo, a la altura del cuello, aunque bien liso. Sus ojos eran negros, heredados de su padre. Iba vestida con una camisa simple, azulada, unos pantalones cortos marrones y unas botas livianas y cómodas. Portaba un cinturón negro del cual prendía su espada de madera. Había decidido pasarse por la biblioteca antes de entrenar con la espada. Y a aquella hora, sólo estaba Vok, en una estantería, colocando libros. Oyó el ruido de las puertas al abrirse, se giró y vio a la princesa.
-          Buenos días, princesa Claes. – le dijo mientras le ofrecía una sonrisa.
-          Buenos días, Vok. – la princesa le devolvió la sonrisa.
-          Parecéis muy contenta esta mañana.  – Vok notó un brillo especial en los ojos de la muchacha.
-          Usted ya sabe por qué estoy así. ¿Lo ha encontrado? – los gestos de Claes mostraban cierta impaciencia. Vok la miró, con una sonrisa pícara.
-          Llevo más de 30 años cuidando esta biblioteca, joven Claes. Haríais bien al no subestimarme.
El anciano Vok se acercó a una de las dos mesas. Encima había un pergamino enrollado. Claes lo cogió, con decisión pero con cierta temeridad. Empezó a desenrollarlo. Necesitaba verlo. Y ahí estaba. Era un dibujo. El dibujo de un animal fantástico, de tamaño como un caballo, pero con la piel más suave y de color blanquiazul, cuya crin y cola eran de un intenso color plateado, cuyos ojos rojos rómbicos exhumaban belleza por doquier, y cuyo cuerno en forma de espiral en mitad de la frente hacía poner los pelos de punta a aquella muchacha de diez años. Un unicornio, un animal que sólo se había visto en las Islas Abismales, en la parte más suroeste del continente. Claes miró el dibujo con una gran sonrisa, y se quedó fascinada por la criatura que había dibujada.
-          Muchas gracias, Vok. Sabía que podía confiar en usted. – dijo la muchacha mientras le ofreció un bonito y cálido abrazo en señal de agradecimiento. El anciano le acarició el pelo con dulzura.
-          ¿Por qué estáis tan interesada en ese ser? – preguntó de pronto.
-          Por que he leído sobre los unicornios en varios libros. Y siempre me han fascinado. Son unas criaturas místicas, bellas, casi divinas. Y lejos de nuestro alcance. – ésta última frase la pronunció con cierto tono de decepción, que Vok percibió.
-          Desde luego, son unas criaturas interesantes. Aunque pueden llegar a ser muy peligrosas. – le advirtió el anciano.
-          Lo sé. – dijo solamente. Soltó un suspiro, y volvió a enrollar el pergamino, para depositarlo en la mano del anciano. – Gracias por habérmelo mostrado. Necesitaba verlo con mis ojos. – le dedicó una cálida y sincera sonrisa.
-          No tenéis que agradecerme nada, princesa. Sabéis que haría cualquier cosa por vos, siempre que esté en mi mano. Y ésta petición era fácil cumplirla.
-          No quiero parecer presuntuosa, ni demasiado atrevida, pero quisiera preguntar cómo tenemos en la biblioteca un pergamino con el dibujo de un ser que tiene su hábitat muy lejos del reino.
-          Me temo que no puedo responder a vuestra pregunta. Pese a que soy el más anciano en todo Faír, cuando empecé a dedicarme al cuidado de la biblioteca, éste pergamino ya se hallaba en ella.
Claes puso un claro gesto de decepción. Pero no podía hacer nada. Durante un breve espacio de tiempo Claes se quedó observando aquellas estanterías. Se quedó ensimismada. Sin embargo no podía permanecer durante mucho más tiempo. Estaba a punto de empezar su sesión de espada, y no se la iba a perder por nada del mundo. Claes sabía que sus padres habían sido bravos guerreros, y que aún seguían siéndolo. Así que, ella tenía que estar a la altura. Le dieron a elegir, pero instintivamente fue de cabeza a por la espada. Se tomaba los entrenamientos muy en serio. Le habían contado que, antes de llegar a ser los monarcas del reino, sus padres también vivieron grandes aventuras, cada uno por su cuenta. Se despidió del anciano Vok, abrió las dobles puertas de madera y salió en dirección al patio, donde tendría lugar su lección diaria.
No muy lejos de la zona donde la princesa daría su clase con espada, una muchacha de edad similar a la de Claes había llegado por fin a la entrada del palacio real. Sin duda el palacio era una obra arquitectónica impresionante. Forjado y trabajado con piedra, con cuatro torres circulares, una en el suroeste, otra en el noroeste, en el sureste y noreste. Las torres de vigilancia controlaban todo lo que pasaba en el exterior.  Era un edificio hermoso y a la vez enigmático, pese a que no estaba del todo reparado del daño que habían causado en él las guerras pasadas. Algunas paredes presentaban pequeñas hendiduras, o estaban derruidas. Pero aún así era una estructura fascinante. La parte superior del palacio era una gran cúpula, que encerraba la parte inferior. Las ventanas eran de madera, con forma circular. La entrada, una gran entrada con barrotes de hierro puestos de forma vertical, estaba custodiada por un par de guardias, ambos con la armadura típica fairiana.
Era un único conjunto, en cuyo torso había dibujada la cara de un león con la boca abierta, enseñando los colmillos, dispuesto a hincar el diente. La armadura era metálica, y aunque daba la sensación de ser pesada, en realidad era cómoda y con bastante libertad de movimientos. Llevaban brazales negros en los brazos, hombreras rojas circulares, y grebas metálicas en las piernas. Botas metálicas y casco encima de la cabeza. En la mano derecha un pequeño escudo de madera redondo. Llevaban colgada del cinturón una espada, envainada.
La muchacha se detuvo a un metro de los guardias. Iba vestida con una camisa negra, un poco rasgada, unos pantalones de cuero  también negros, unas botas marrones desgastadas y medio rotas, y una bufanda blanca atada al cuello. Tenía el pelo de color rojo intenso, largo y arreglado con una triple coleta, unos ojos azules claros como el mar, y llevaba colgada en la espalda una lanza.
-          ¡Alto! Identifícate, muchacha.  – dijo uno de los soldados.
-          Soy Suzu, hija de lord Fáran, y traigo un mensaje para su majestad. – dijo muy seria, clavando sus preciosos ojos en los del soldado.
Ambos soldados se miraron, y empezaron a soltar carcajadas burlonas. La muchacha seguía seria. No se dejó amilanar.
-          ¿Lord Fáran? No nos vengas con estupideces, niña. Y no mancilles el respetable nombre de lord Fáran.
-          Es verdad, soy su hija. – los soldados siguieron riendo.
-          Lord Fáran es un héroe aquí en Faír, y no hemos sido informados que tuviera una hija. Piérdete, mocosa.
Aquellos soldados tenían una edad similar a la de su padre, y parecía que conocían su historia. Siguió mirando a los soldados a los ojos, mostrando sinceridad. Tenía una prueba de que era hija de lord Fáran, pero lamentablemente sólo su majestad podría reconocerla. Pero aquellos guardias no daban su brazo a torcer. No la iban a dejar pasar. Necesitaba transmitirle un mensaje al rey. Era urgente. Tendría que encontrar otra forma de entrar. Dejó de insistir, agachó la cabeza y se alejó de la puerta, mientras escudriñaba con la mirada la impresionante visión del palacio a su espalda, e intentaba distinguir alguna forma de poder acceder a su interior.
Claes había terminado el entrenamiento con espada, así que se dispuso a darse un buen baño, a ponerse ropa más elegante y a volver a la biblioteca para leer. Cruzó los jardines de palacio. Varios parterres rectangulares con flores de diversos colores y tamaños. A la muchacha le gustaba pasar por allí. Se sentía cómoda entre las flores. En más de una ocasión había estado tentada de acostarse sobre las flores y disfrutar de la vista al cielo, pero había apartado la idea de sus pensamientos, pues si hacía eso se iba a llevar un buen sermón por parte de sus padres. En la zona central del jardín había una pequeña construcción circular. La muchacha se detuvo un momento. Desde ese extraño mirador, podía contemplar todo el jardín, y su vista le gustaba. Siguió caminando. Salió del jardín y se dispuso a entrar de nuevo en palacio, cuando se percató que un poco más adelante habían varios soldados parloteando. Le entró la curiosidad. Quería averiguar qué se estaba cociendo. Disimuladamente se escondió en una columna que había cerca de su posición. Aguzó el oído pero pudo captar fragmentos de la conversación, puesto que hablaban muy deprisa y no quería ser descubierta.
-          …….. muchacha joven.
-          …… hija…… lord Fáran.
-          …..mensaje……majestad……burla.
Había captado lo más importante del mensaje. Que se había presentado en palacio una chiquilla que decía ser la hija de lord Fáran y nadie la había creído. Es más, para más inri hasta se habían burlado de ella.
Claes había escuchado en varias ocasiones a su padre hablar de Fáran. La única persona a la que Christopher ha llamado <<amigo>>. El rey le había contado a su hija algunas aventuras que había compartido con Fáran, antes de ser rey. La única persona que, pese a saber que Christopher era sucesor al trono, se comportaba con él de la misma manera que siempre. Nunca le había tratado diferente. Se ayudaban y peleaban juntos si era necesario. Claes se quedaba embobada escuchando a su padre, y es que, cuando hablaba de Fáran, se le iluminaban los ojos. Claes lo había captado, pese a tener sólo 10 años. Mucha gente fingía llevarse bien con su majestad, reían y lo apoyaban, sólo para sacar tajada y beneficio propio. Fáran en cambio, no. De hecho, cuando Christopher asumió el trono de Faír y le concedió a su amigo el título de lord, Fáran al principio se había negado a aceptarlo. Al final accedió, aunque de mala gana, por ver contento a su amigo. Prácticamente todos en Faír habían oído la leyenda de Fáran, así que a pocas personas se les ocurriría intentar hacerse pasar por familia directa suya. Fáran era respetado. Así que Claes intuyó que esa muchacha no podía decir una mentira. ¿O si?
¿Habría alguien capaz de semejante acto ruin y despreciable sólo para beneficio propio?
Tenía que averiguarlo. Ahora no podía pensar en otra cosa. Pero no le dejarían salir de palacio y buscar a la muchacha sin una escolta. Inmersa en sus pensamientos, empezó a recorrer de nuevo el jardín.  Mientras lo recorría, no oyó unos pasos que se acercaban a ella a toda velocidad. Y se acercaban de frente, aunque la persona que se acercaba tampoco vio a la princesa, pues tenía la mirada puesta a sus espaldas. Se produjo un encontronazo y ambas cayeron al suelo. Se levantaron rápidamente y se miraron. Claes la vio. Una chiquilla de edad parecida a la suya, que encajaba con la descripción que había oído a duras penas momentos atrás. La muchacha pareció reconocer a Claes, pues sus ojos se iluminaron. Y eso que era la primera vez que se veían.
-          Princesa…princesa Claes. ¿Me equivoco? – dijo la muchacha mientras saludaba a Claes con una reverencia muy cortés y educada.
-          ¿Y vos sois? – preguntó Claes, un poco sorprendida por la reverencia, pero mostrándose cauta, escrutando a la intrusa con la mirada.
-          Disculpad mi atrevimiento. Soy Suzu, hija de lord Fáran. Y tengo que entregar un mensaje a su majestad el rey Christopher. – Suzu tenía la mirada limpia y serena.
-          ¿Cómo habéis conseguido entrar? Tenía entendido que los guardias no os habían dejado cruzar la puerta.
-          Así es. Me negaron la entrada. Encontré una pared con una grieta y no me lo pensé. Pero puedo demostrar que no miento. Mirad atentamente, princesa Claes.
Suzu se quitó la blanca bufanda que llevaba atada al cuello y cayó al suelo un pequeño trozo de papel que ocultaba algo metálico en su interior. La muchacha lo cogió del suelo y quitó el papel. Una bella daga con una empuñadura blanca y una hoja brillante hicieron relucir por un momento el rostro de Suzu. Le mostró la hoja a Claes. Tenía en la esquina superior izquierda la palabra FÁRAN escrita en la hoja. Era una daga ceremonial. Su filo no era cortante. Claes reconoció enseguida esa daga. Su padre le había contado que tras su ascenso al trono, Fáran había sido llamado para ponerse a los servicios de la reina Anashtar, soberana continental de Sulia. Y antes de partir, el rey Christopher le había regalado una daga que había hecho especialmente para él, aunque nadie lo sabía.
-          Conozco esta daga. Mi padre me ha hablado ella.
-          Me lo imaginaba. Mi padre sabía que su majestad no resistiría la tentación de contarle su historia a su hija.  – dijo esto mientras sonreía amablemente.
-          Así pues, éste es un momento muy especial. – dijo Claes de pronto, abrumándose.
-          Cierto. Es un momento único. Las hijas de los dos mejores amigos se conocen.
-          Aunque nuestro encuentro ha sido un poco peculiar.
-          Lamento haber saltado, pero necesito hablar con vuestro padre. Tengo un importante mensaje que entregarle.
Claes puso un gesto serio de repente. Sabía que a esa hora sus padres no iban a poder atender su petición. Tendrían que esperar un par de horas por lo menos. Volvió a mirar a la muchacha. Sus ojos negros se clavaron en los bellos ojos azules de Suzu.
-          Hablaré con mi padre. Pero antes, decidme, y perdonad mi osadía. ¿Habéis venido sola?
Suzu soltó un suspiro, pero sostuvo la mirada inquisitiva y curiosa de la princesa.
-          Efectivamente. He viajado durante varios días, sola. Desde el reino de Muodi Grun´El.
Claes no pudo evitar su asombro. Aquella muchacha tenía su edad, y había venido sola desde otras tierras. Había atravesado llanuras, montañas, bosques, ríos para llegar hasta allí. En su interior nació una chispa de admiración y respeto por Suzu. Ahora no cabía la menor duda, era hija de Fáran. Su resolución era grande, así que Claes iba a olvidar el incidente de la escalada. No podía decirle nada. Observó la vestimenta de la muchacha. Físicamente eran bastante parecidas, y no podía presentarse ante el rey vestida de aquella manera, con la rupia sucia y semi desgastada por el viaje. La princesa iba a ayudarla. No sabía muy bien el por qué, pero tenía la urgente necesidad de ayudarla.
-          Vuestra ropa  está hecha jirones. No podéis presentaros ante mi padre vestida de ésta guisa. Venid conmigo. – le dijo de buena gana.
A Suzu no parecía importarle en absoluto el estado de su ropa. Es más, parecía bastante acostumbrada a llevar ropajes similares. No obstante, aceptó la oferta de la princesa. Era cierto que no podía tener una audiencia con su majestad con la ropa que ella llevaba. Ambas avanzaron por el jardín. Pero en lugar de entrar por la puerta principal, Claes abrió una puerta situada en mitad de una pared, justo en mitad del jardín. Ambas se introdujeron en palacio.
Suzu se quedó maravillada. Los pasillos del palacio, pese a no ser excesivamente amplios, sí estaban bien cuidados y ornamentados. Varias mesitas con jarrones y flores decoraban los pasillos. Las lámparas eran de cristal, con diversas formas. Claes notó que Suzu nunca había visto un palacio, o al menos, no uno tan bien cuidado como aquél. Las ventanas tenían forma circular, y eran de madera. Ambas muchachas subieron unos escalones de mármol con tapices de terciopelo rojo. Se cruzaron con varias doncellas mientras seguían caminando por aquellos pasillos tan bien trabajados. El atuendo de las doncellas del reino de Faír era bastante básico. Un conjunto de camisa y falda de color negro, que llegaba hasta las rodillas, un delantal blanco encima, una cofia blanca en el pelo, unos calcetines negros que tapaban la parte de las piernas que quedaban al descubierto por la falda, y unas botas cómodas de color negro. Las doncellas inclinaban la cabeza al paso de las muchachas. Claes ya estaba acostumbrada y no le daba la menor importancia. En cambio Suzu parecía sentirse cohibida. Algunas doncellas doblaban e incluso triplicaban su edad, y le ofrecían reverencias y cálidas sonrisas a su paso. La muchacha devolvía todos los saludos y reverencias, pero no se sentía cómoda. Claes se detuvo ante una de las doncellas.
-          Buenos días princesa Claes. Buenos días jovencita. – dijo la mujer saludando a ambas. Suzu le devolvió el saludo.
-          Buenos días Mindy. Ha terminado mi lección y necesito darme un buen baño. Prepara también un baño para mi compañera, y coge para ambas ropa de mi armario. La mía que sea cómoda y elegante. – dijo la princesa mientras le guiñaba un ojo a Suzu.
-          ¿Vos, jovencita? ¿Qué ropa deseáis? – preguntó Mindy a Suzu.
-          A….algo discreto, por favor.
-          Ponle también algo cómodo y elegante. – dijo Claes.
-          Inmediatamente.
Mindy asintió con la cabeza y siguió su camino. Era la doncella personal de la princesa Claes. Tenía unos 25 años, el pelo rubio y los ojos verdes. Era muy atractiva, y los varones siempre estaban detrás de ella. Era muy trabajadora, servicial y amable, y desde que había sido escogida doncella personal de la princesa le había cogido mucha simpatía y cariño. Y Claes la trataba muy bien y le hablaba de varias cosas, siempre sin estorbar su trabajo.
-          Es muy atractiva esa doncella. – dijo Suzu de pronto.
-          Sí. Es Mindy. Mi doncella personal.
-          ¿Doncella personal? ¿Os sirve a vos solamente? – Suzu nunca había tenido nada parecido a Mindy.
-          Sí. Se encarga de organizar mi ropa, mantener limpia mi habitación, organizarme las cosas, sin ella mi habitación sería caótica.
-          Vaya. Por cierto, gracias por ofrecerme ropa vuestra.
-          No es nada. Venga, vamos a darnos un baño.
La muchacha asintió. Llevaba de viaje varios días y necesitaba relajarse un poco. Ambas disfrutaron de un buen baño caliente que les sentó de maravilla. Mindy las secó a ambas y las vistió con ropa que había cogido del armario de la princesa. Suzu se sentía incómoda, estaba acostumbrada a vestirse ella sola, pero tuvo que dejarse llevar, no quería ofender a la princesa, que se había ofrecido, sin conocerla de nada, a darse un baño con ella y a prestarle ropa suya. Fáran le había hablado a su hija de la bondad y el buen corazón de su majestad. Y estaba claro que su hija era clavadita en muchas cosas a su padre. Claes iba vestida con un hermoso traje blanco con franjas azules. El traje de Suzu era parecido, pero con franjas rojas. Mindy le había dado a Suzu la daga y la carta para el rey, y había lavado su ropa. También le había devuelto la lanza, que volvió a colgar de su espalda.
-          Os queda de maravilla. – le dijo Mindy a Suzu tras vestirla. La muchacha no las tenía todas consigo, pero no dijo nada.
-          Mindy, necesito que hagas una cosa por mí.
-          Cualquier cosa, princesa. Pedid lo que queráis.
-          Enséñale a Suzu el palacio. Yo tengo que ir a intentar hablar con mi padre para que le conceda una audiencia con premura.
-          Entendido. Os esperaremos en vuestra habitación tras acabar.
Suzu y Mindy se fueron en una dirección, mientras que Claes se fue por otra. La princesa recorrió los pasillos con rapidez. Tenía ganas de ver la expresión de su padre cuando le contara que había conocido a la hija de su mejor amigo. Y la muchacha había dicho que tenía un mensaje urgente para él. Se apresuró más todavía. Pero de pronto algo la detuvo en seco. Había visto una sombra conocida girar por uno de los pasillos que ella tenía que recorrer. A esa hora no había nadie cerca. Claes se pegó a la pared, y asomó la cabeza con cuidado. En mitad del pasillo se hallaba Cedric, el Consejero real. Cedric era un hombre de unos 40 años, vestía con una túnica azul, puesto que era un mago, y de los más poderosos del reino. Tenía el pelo gris, ojos marrones y nariz puntiaguda. Vestía con unas botas de mago, cómodas. Una pequeña cuerda atada a la cintura, de la cual colgaba su bastón. Era un bastón de madera con un diamante en su punta redondeada. Había sido tallado con gran cuidado y maestría por un hechicero tiempo atrás, y Cedric lo había heredado. El mago se encontraba, con semblante muy serio, parado en una puerta a su izquierda. Giró la cabeza y estuvo a punto de pillar a Claes, pero ésta se volvió a esconder y suspiró. Se asomó tímidamente, y vio que el mago abría la puerta y se introducía en ella. Siempre había sentido una gran curiosidad por aquella puerta. No tenía pomo ni ninguna hendidura ni nada. Era una puerta aparentemente normal, de madera, sólo que era mágica. Claes había preguntado en varias ocasiones qué había en su interior, pero nadie le había contado nunca nada, y eso sólo reavivaba su curiosidad hacia ella. Salió de su escondite y se acercó a la puerta. No había olvidado su misión de hablar con el rey para que Suzu pudiera entregarle el mensaje, pero Cedric solía pasar mucho tiempo con los monarcas, así que Claes asoció directamente a Cedric con sus padres, y era una ocasión idónea para despejar sus dudas sobre la puerta y lo que encerraba. Para su sorpresa, el mago había olvidado ponerle de nuevo el sello mágico, así que se introdujo en ella, con cautela. Una vez dentro, cerró la puerta sin hacer ruido. Se encontró con una imagen curiosa. Allí no había absolutamente nada, salvo una antorcha encendida en una pared y una apagada a su lado. Ninguna ventana, ninguna mesa, nada. El vacío infinito. Claes tragó saliva. Algún mecanismo oculto había, puesto que Cedric no estaba tampoco allí dentro. El corazón se le aceleró. Para ella esto era una pequeña aventura dentro del palacio. Se armó de valor y cogió la antorcha que estaba encendida. No sucedió nada. Claes palpó la superficie de la pared, buscando algún resorte, o algún ladrillo hueco, algo, lo que fuera. Nada. Estaba a punto de darse por vencida, cuando se fijó en las antorchas. Estaban puestas paralelamente. ¿Y si…..? Se preguntó para sí misma. Cogió la antorcha encendida, y la colocó sobre la otra, encendiéndola también. Luego volvió a poner la primera antorcha en su sitio. Ambas estaban ahora encendidas. El corazón le iba a mil por hora. Se oyó un clic no muy lejano, y una pequeña superficie de la pared se levantó, revelando una puerta oculta. La muchacha hizo un gesto triunfal, y una mueca de satisfacción. Había llegado muy lejos, no podía retroceder ahora. Inspiró profundamente. Tragó saliva. Se adentró en la puerta que se había abierto.
-          Estáis muy callada. ¿Os sucede alguna cosa? – preguntó Mindy a Suzu, tras un pequeño rato caminando sin que dijera nada.
-          No…. Es sólo que…..no estoy acostumbrada. – dijo sin más.
-          La princesa os ha dejado a mi cargo por el momento. Pero no puedo hacer nada más que preocuparme si veo que mostráis esa expresión tan mustia.
-          Lo siento. Es que estoy nerviosa. Todo el mundo es muy amable conmigo. Bueno, casi todo el mundo. – dijo esto último, acordándose de los soldados de la entrada que no le habían permitido el paso, aunque no podía culparlos. Ellos hacían su trabajo. Y lo de la burla prefirió olvidarlo y no preocuparse.
-          Naturalmente, la hija de lord Fáran se merece todo nuestro respeto y atención. – Suzu se detuvo de pronto.
-          ¿Lo sabéis? – Mindy soltó una risotada, pero no burlona, sino llena de ternura y comprensión.
-          Aquí las noticias vuelan, muchacha. Y no es normal que su majestad no os haya recibido aún. Pero no os preocupéis. La princesa Claes hablará con su majestad y pronto se aclarará todo.
-          Gracias, Mindy. Sigamos con el paseo, por favor. – Suzu estaba más tranquila. Y notaba que todos sentían un gran afecto por su padre. No pudo evitar pensar en él y ponerse melancólica. Pero Mindy le regaló un par de sonrisas, notando que la muchacha se distraía, y se calmó.
Claes parecía que había entrado a otra dimensión. Se encontraba en una especie de cueva. Había mucha humedad. Cada pocos pasos había una antorcha con luz así que por lo menos estaba iluminada. Las paredes estaban cubiertas de telarañas y Claes había reprimido varias veces el impulso de soltar un grito. Eso la delataría, y quería adivinar qué pasaba en aquella estancia. Y Cedric le había ofrecido la solución a su problema en bandeja. Lo que sí le recorrió fue un escalofrío por toda la espalda. Por un instante pensó que Cedric jamás se olvidaría cerrar la puerta mágica. Se acordó de pronto que el mago casi la había sorprendido en la puerta. ¿La había visto? A Claes se le hizo un nudo en la garganta. Empezaba a costarle respirar con normalidad, mientras seguía avanzando por aquel extraño pasillo iluminado por las antorchas y lleno de telarañas. Al final del pasillo había una abertura en forma de puerta que conducía  a una escalera de caracol, con peldaños que parecían estar suspendidos en el aire. Claes sabía perfectamente que era el efecto de la magia. Pero le costó un poco al principio. Puso un pie en el primer escalón, con cuidado apoyó el segundo. Se percató que la pared había desaparecido. El peldaño de madera estaba realmente suspendido en el aire, en el vacío. Incluso las antorchas levitaban. Tragó saliva de nuevo. Empezó a cruzar los escalones y a bajar aquella escalera. Hubo un momento que se desestabilizó su equilibrio y estuvo a punto de caer. Movió los brazos como si fuera un pájaro que agitaba sus alas y recuperó el equilibrio. Soltó un suspiro. Por suerte ya empezaba a vislumbrarse el fondo de la escalera. El último tramo lo hizo más rápido, y se alegró cuando notó que volvían las paredes. Al final de la escalera había otra abertura en forma de puerta.  La cruzó y se quedó sin palabras. Se encontraba en una inmensa galería de piedra completamente iluminada, sin ningún tipo de lámpara o antorcha. Luz mágica. No muy lejos pudo distinguir una figura. Avanzó un poco y se escondió en una roca que había cerca. La galería seguía mostrando la misma humedad que presentaba el resto de la cueva. Por encima de donde la princesa estaba escondida, había varias estalactitas. Claes se asomó. Y vio algo estremecedor. Allí estaba Cedric, plantado en mitad de la sala, con aire sumamente concentrado. Tenía los ojos cerrados, y parecía estar acumulando poder mágico en el bastón, que llevaba sujeto por ambas manos. El bastón emitió un suave brillo. Cedric abrió los ojos y puso el báculo hacia arriba. Una inmensa esfera de fuego se materializó y ascendió. El impacto contra el techo fue tan grande que toda la sala retumbó, parecía estremecerse. Un par de gotas de agua cayeron de las estalactitas y fueron directamente a la sien de la muchacha, que emitió un grito. Rápidamente se escondió de nuevo y se frotó la sien con la mano. El agua estaba heladísima. Se asomó tímidamente y comprobó que el mago no se encontraba ya en la galería. El corazón empezó a latirle muy deprisa. Y pegó un salto cuando oyó una voz a su espalda.
-          ¿Princesa? Por todos los magos del reino, ¿Qué hacéis aquí? – dijo Cedric con el rostro sorprendido y los ojos abiertos cómo platos.
-          ¡Cedric! Lo….lo siento. Estaba buscando a mi padre. Os he visto entrar por la puerta mágica y os he seguido. No pretendía espiar ni nada, sólo quería encontrar a mi padre.
-          Es una insensatez. – dijo poniéndose las manos en la cabeza. – Ésta estancia es para perfeccionar mi magia. Es muy peligrosa. No quiero imaginar lo que hubiera pasado si la esfera de fuego hubiera rebotado y os hubiera alcanzado. ¿Qué le habría dicho a vuestro padre? No podéis ser tan descuidada.
-          Ya os he dicho que lo siento. Además, yo no habría podido entrar si la puerta estuviera cerrada. – Cedric se tranquilizó un poco, pero seguía estando enfadado y preocupado. Ambas cosas.
-          Bien. Puesto que yo tengo parte de culpa, vamos a obviar vuestra pequeña incursión, pero sólo por esta vez. Me aseguraré de cerrar la puerta.
-          Bien. Y ahora, ¿dónde están mis padres?
-          Sus majestades están…… - se quedó pensativo de pronto. - …… en un momento íntimo y no se les puede molestar.
-          ¿Íntimo? – Claes puso cara de circunstancias, pero Cedric no iba a dar más detalles. La princesa aún era demasiado joven. – Pero necesito hablar con ellos. La hija de lord Fáran está en palacio con un mensaje para mi padre.
-          ¿Qué? La…. La….hija de lord Fáran…..¿Aquí? Ni siquiera sabía que tenía una hija. ¿Dónde está?
-          Con Mindy. Está enseñándole el palacio.
-          Bien. Volved con ella y aguardad mi regreso. Voy inmediatamente a buscar a sus majestades los reyes.
-          ¿Tengo que volver a subir los escalones que vuelan? – Claes clavó sus ojos negros en los del mago, que soltó una carcajada. Claes creyó que se estaba burlando de ella y no le gustó.
-          Eso os pasa por seguirme. Hay una forma fácil de subir arriba. Os acompañaré.
Cedric y Claes llegaron a la estancia de los peldaños. El mago le indicó que se subiera al primero. La muchacha subió. El mago emitió una palmada. Y el peldaño subió para arriba. Fueron un par de segundos, pero a la princesa le parecieron eternos. Gritó muy fuerte y cerró los ojos. Los volvió a abrir y ya estaba arriba. Cedric hizo bajar el escalón de nuevo y subió mediante otro. Ambos llegaron a la habitación vacía y Claes emitió un profundo y largo suspiro, mientras se puso una mano en el pecho y notó que el corazón le latía muy deprisa. Cedric soltó una carcajada y la princesa le soltó una mirada enfadada. El mago y la princesa salieron por fin de la habitación y se separaron. Cedric iba a buscar a los monarcas y Claes volvió a su habitación para darle a Suzu la noticia. Pronto se aclararía todo el asunto.





12 comentarios:

  1. Sencillamente genial, me he quedado con esa sensación de querer saber como sigue la historia.
    Me ha gustado mucho, algunas cosas me sonaban y una de casi el final que empezaba igual pero acaba de forma diferente.
    A mi me ha enganchado, buen trabajo!!

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    1. Gracias!! Sí lo de la cueva es parecido al primer argumento. Ese tramo me gustó y lo conservé, actualizándolo al nuevo argumento. El segundo saldrá a principios de año. Os toca esperar un poco.

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  2. Quiero mas , quiero massssss :))) esta muy interesante.Para cuanto el siguiente?

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    1. Jajajaja. El segundo saldrá a principios de año. Y ya habrá que esperar a ver si me dejan publicar el completo.

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  3. Está muy bien, sobretodo la descripción de los personajes y de los entornos, así como la elaborada trama que te deja con ganas de saber como continuará. Ya tengo ganas de poder leer el siguiente capítulo.

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    1. Gracias tío. La verdad es que cuándo empecé me costó mucho encontrar el formato que me gustaba cuándo era lector. Y una historia con tantísimos personajes tan diferentes es muy complicada. El siguiente sale a principios de año. Y ya a hacer fuerza entre todos para que me dejen publicarlo. A ver si consigue ver la luz. Ojalá.

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  4. Una vez más chapó! Algunos detalles me han recordado a la saga de libros que me estoy leyendo " Septimus Heap", esperaré con pacienca la segunda parte, ojalá logres tu cometido, saludos!

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    1. Gracias Virgi. Tú siempre apoyando mis historias desde que nos conocemos. A ver si esta por fin consigue ver la luz. Voy a hacer todo lo que pueda. Saludos y cuidaos!

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  5. Muy chulo!!! Tenemos ganas de saber más de la historia....

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    1. Gracias Anita :) En cuanto me sea posible pongo el segundo. A hacer fuerza entre todos.

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  6. Lo cierto es que llevaba sin motivarme realmente un libro de Fantasía desde "Memorias de Idún". En mi opinión, este género es difícil de defender puesto que el autor tiene que crear todo un universo como en este caso, en el que la introducción, entre otras cosas, lo reflejan. Hay varias cosas que me gustaría destacar y que son las que más me han gustado: el héroe principal en este caso es heroína y, además, heredera del trono en un contexto medieval; por otro lado, a esta le gusta la lectura, se resalta su gran curiosidad y no solo su manejo con la espada.

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  7. Memorias de Idún es todo un clásico. El triángulo entre Jack, Kirtash y Victoria es genial!! Sí, es que no quería hacer una prota que fuera guerrera y punto, quería darle más trasfondo, más carisma. El típico prota que es muy fuerte pero de inteligencia cero ya está muy visto. Graciaaaaas.

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